que en el estrado azul, sentado sin obstáculo,
y quieto y asustado ante el cutre espectáculo
era la vez primera que iba a ser muy crítico.
Y pegado a mi lado un colega raquítico
consultaba nervioso de aquel día el oráculo
exclamando despacio: ¡si me he dejado el báculo!
era lo que faltaba, pues éste era un artrítico.
Miré a sus señorías y las vi tan ridículas
con los párpados bajos en dulce soporífero
que estuve muy a punto de una escapada rápida
y cual protagonista de míticas películas
sali de allí volando como bólido ignífero,
despertando del sueño, pesado como lápida.
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