que arrasas y me obligas la cordura,
vacías a mi alma la estructura
tropiezas con mi vida, que es preciosa.
Y tú, como si fuera cualquier cosa
me enseñas a inhibir mi travesura,
y sueltas a esa niña la locura
que juega con espinas de las rosas.
Maldita soledad, que caprichosa
silencias el sonido y lo destruyes,
y sorda sin el ruido nada fluye....
Ya no escucho a la risa generosa
ya no oigo a la vida que no huye,
que late entre mi piel bajo una losa.
