¡Admirarla… y al cruzar la mirada quedar atrapado por su dulzura,
¡Cuando conseguimos bajar la vista,
Encontramos un hermoso apéndice cuyos pequeños lóbulos aletean con rítmico movimiento,
por la fricción que produce la suave entrada y salida de aire tibio,
¡bajo el, están los ardientes y carnosos guardianes de la expresión y el silencio,
que con un tembloroso movimiento te incitan a besar.
¡Aquí empieza el recorrido!.
¡Con dedos temblorosos por la emoción,
¡rozando los suaves y ardientes guardianes seguimos hacia un lado
¡y al cruzar una duna sonrosada por la excitación,
Hayamos un pequeño pabellón donde
el sonido susurrante de un te quiero penetra suavemente,
¡lo rozamos para seguir camino hacia la nuca,
que está bajo la catarata de hilos de oro,
¡y aqui empieza la odisea de este viaje de placer.
¡Deslizándose con la yema de los dedos por la extensa llanura que va desde la base de su cuello,
hasta el lugar donde la espalda cambia de nombre, llegamos a la encrucijada y tenemos;
¡delante el sendero de la intimidad protegido a ambos lados por dos dunas
y a izquierda y derecha una senda que lleva a el valle desde donde se divisan los
montículos gemelos que son fuente de amor y vida,
¡bordeamos sus redondeadas y turgentes laderas hasta llegar a la cumbre,
¡hermosa y cálida cumbre donde se encuentra la roca desde la cual se divisa a lo lejos
el monte de Venus, hacia donde nos dirigimos pasando por el valle donde está
el pozo y el lazo de unión de vida, que un día sirvió para mantenernos unidos mientras
llegábamos al nuevo mundo por el cráter del volcán del amor,
¡cráter que está al otro lado del monte de Venus hacia donde nos dirigimos pausadamente.
¡Deslizándonos sin prisa por la dulce ondulación que se formo a causa de crear vida
llegamos al monte de Venus y encontramos un bosque difícil de atravesar,
pues nos entretenemos jugando enredándonos en sus suaves rizos,
¡el esfuerzo es gratificante y lo hacemos comprobando que el ritmo de
la respiración se acelera por la emoción y el placer de saber
que estamos llegando al lugar desde donde vimos por vez primera la luz,
pues salimos de la oscuridad para deambular por un lugar hermoso y lleno de vida
al cual se conoce con el nombre de Gaya o madre tierra,
¡tierra de la cual venimos y a ella volvemos al final del camino de la vida,
¡al igual que nuestros dedos caminaron por las llanuras, senderos, montículos y ondulaciones,
para llegar donde estamos cruzando el monte de Venus para ir hacia el cráter del amor,
¡cráter del amor cuyas laderas son tan suaves y aterciopeladas que invitan a deslizarse por ellas,
y lo hacemos con dulzura y pasión, con movimientos rítmicos y ondulantes como los de un pequeño remolino,
de un lado a otro con precaución resbalando por el suave y caliente fluido que emana de su interior,
volviendo atrás por miedo a quedar atrapado por su pasión.
¡Pero el deseo es tan fuerte que volvemos a entrar de nuevo... una y otra vez con desenfreno
hasta llegar a entrar en el inconscientemente para dejar nuestra carga y sembrar allí la semilla de la vida,
habiendo dejado en el camino de ida hasta el alma para después recogerla
satisfecho y exhausto en el camino de vuelta hacia la superficie
donde nos devuelve a la realidad de la vida que es convivencia, trabajo y amor.