a morir en la faz de mi desdén
con el grito mudo y amordazado,
en la pálida ruta del andén.
Nunca volverá a germinar alado,
meció el último rezo con su amén,
con la ola del abandono angustiado,
mutando la flor pura del edén.
Ya nada queda!, nada hay!, si, una roca,
pigmentando la caricia feroz
del olvido, en las hojas del jazmín.
Y el letargo sombrío de mi boca
amanecerá altanero, con voz,
en la insigne amapola del jardín.
Verónica ©
lunademayo
30.01.11