son esas pastillas que me comen lentamente;
que hacen de mi alegria un estado de indiferencia,
de desentendimiento con los demás
que me transforman en alguien pasivo
y hasta desconcertado
que me hacen alguien desapercibido.
Pero estudio esa depresividad
y noto que quedan esos recuerdos de antaño
cuando los dias eran felices
cuando un despertar era un grito de jubilo diciendo:
¡que alegría es mi vida!
y son esos pensamientos que me mantienen,
que me impiden cometer la locura,
esa locura de ser devorado por el silencio
y por la maldita soledad.