Siete y ocho de Septiembre 2009
Acabé de meter la poca ropa que me dejé fuera, en la maleta. Ese iba a ser mi último día en Argentina y quería que pasara rápido.
Me preocupaba Sandro, estaba nervioso, vomitando. Sé que mi marcha le estaba afectando, pero yo no podía seguir allí ni un minuto más. Ariadna me prometía y me prometía cambios. Quería que volviera en unos meses de nuevo a su lado, pero sólo yo sabía que jamás iba a volver. Jamás!!!!!
Esa mujer me había hecho tanto daño que ni sentía odio, sentía indiferencia total. Lo que si me llevé y para siempre, fue el cariño y el amor de Sandro.
Esa tarde la gente llamaba por teléfono para venir a casa y despedirse de mí, pero les decía que mejor que no, que Sandro vomitaba y estaba malo y que no quería despedidas delante de él.
Sólo una persona vino a despedirse y fue por qué se presento en casa sin previo aviso. Esa mujer era amiga de Ariadna y le tenía un gran cariño a Sandro. También ella era la que más le decía a Ariadna que había cosas que no tenía que hacer, que tenía que cambiar.
Sé que Sandro iba a estar vigilado y cuidado por ella y por la familia del padre, así como por otras personas que me dijeron que lo harían. Personas que notaron los cambios de Sandro para bien.
Esa noche, Ariadna volvió a ser cruel. Cuando su amiga se fue, cenamos y me fui pronto a la cama.
No me acuerdo bien si me tenía que levantar a las 4 o a las 5, para ir al final del pueblo a que me recogiera el autocar que me llevara a Buenos Aires, al aeropuerto de Ezeiza.
Antes de acostarnos, Sandro se abrazó a mí. Esa última noche y después de las nuevas crueldades de Ariadna, decidí dormir en la habitación de Sandro y él conmigo abrazado.
Las últimas palabras de su madre: Si, si, duerme con ella, si tanto la quieres ya ves como te abandona!
Me parecía increíble y Sandro siempre la misma respuesta: calla Conce, no digas nada, ya se le pasará.
Al rato Sandro se fue a dormir con su madre, le aconsejé que lo hiciera para evitar que arremetiera contra él.
No sonó ni el despertador, no pude dormir.
Me levanté, me fui a la ducha, me vestí y me dirigí a la habitación de ellos.
Le dije a Ariadna que iba a llamar a un taxi para que me llevara hasta el punto dónde tenía que recogerme el autocar, pero dijo que me quería llevar ella. Sandro dijo lo mismo.
La cara de Ariadna era de enfado total, me temía que me la liara de nuevo, pero gracias que no fue así.
Las maletas ya estaban cargadas en el coche y me llevaron….
Cuando llegó el autocar, una despedida normal de Ariadna y un abrazo fuerte a Sandro.
Ya subida en él, sentía que la libertad estaba de camino, y no pude ni llorar….ni una gota, nada de nada. Todas mis lágrimas habían quedado enterradas en aquella casa, tras esas paredes que habían sido testigos de tanta maldad, y en todos aquellos escritos que jamás vieron la luz….aquellos en los que contaba mi más profunda tristeza.
El viaje hacia Buenos Aires estuvo lleno de llamadas de Ariadna a mi móvil. Me decía que se encontraba perdida sin mí, que no iba a ir a trabajar y que iba a dejar a Sandro en casa del padre.
Después de dejar a Sandro en casa del padre seguía llamándome llorando desconsolada y sentí pena.
Vuelvo a repetir que la palabra odio no salía de mi boca, no podía ni odiar, sólo sentía rabia, impotencia y dolor…
Yo solo quería…….. volver a mi casa…..
©Conxi
Blog-novela: Hasta llegar a ti ...(23)
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Re: Blog-novela: Hasta llegar a ti ...(23)
Capítulo especialmente brillante en su densa narración de sentimientos encontrados.