Blog-novela: Hasta llegar a ti...(9)

[eternity]

La comunión de Sandro

Se acercaba la comunión de Sandro, ya imagináis el trajín que conlleva un evento así.
La casa estaba ya bastante adecentada y el jardín ya era parte de nuestra vida diaria.
De todas formas, las dos puertas de acceso a la casa, una de ellas iba directa al living (comedor) y la otra a la cocina, necesitaban una buena mano de pintura, así como la persiana de la ventana de la cocina, que también era de madera.
Así que me dediqué por las mañanas, mientras ella trabajaba y Sandro iba al colegio, a hacer la faena de casa y a pintar esas puertas.
También por las mañanas, dejaba algún mensaje instantáneo a mis padres y a mi hijo por MSN. Echaba de menos a mi familia, era lógico y normal.
La comunión de Sandro trajo a su padre a casa, quiero decir que los dos debían de hablar de la cuestión económica del evento.
Tanto al padre de Sandro, como a su abuela y a su tía, ya los había conocido yo semanas antes.
La nona de Sandro, por parte paterna, era de origen italiano, llegada en barco hace tantos años que sólo le queda un recuerdo difuso de lo que fue su pueblo natal.
Sandro se parecía muchísimo a la familia del padre, era rubio y de piel blanquita, mientras Ariadna era morocha, mujer de piel morena. Por eso jamás entendí que Ariadna criticara a los amigos morochitos de su hijo, llamándoles negros en tono despectivo.
A veces, yo veía temblar a Sandro antes esas palabras de su madre, y se acercaba a ella diciéndole que ya no vendrían más.
Es ahí dónde yo entraba en conversación a solas con ella y le pedía que no fuera así. Pero eso lo explicaré, más adelante.
Seguimos con la comunión de Sandro y la visita del padre.
Una semana antes de la comunión, el padre de Sandro vino a casa.
Yo me retiré con mi libro al jardín y dejé que ellos hablaran a solas, aunque Sandro entraba y salía. Le notaba nervioso, no se estaba quieto en ningún lado, lo que me hizo sospechar que algo estaba pasando.
A los minutos empiezo a oír una acalorada conversación que iba subiendo de tono hasta llegar al llanto y a los gritos.
Me dirigí a la cocina, y Sandro pasó llorando diciendo: “Ojala no hubiera nacido”.
Le abracé mientras oía gritar al padre, eres mala, eres muy mala, “dejáte” de joder, y más cosas que prefiero ni nombrar aquí.
Me acerqué ala habitación: Perdonad, sólo deciros que vuestro hijo está llorando, no creo que tenga que escuchar esta conversación vuestra y les comuniqué lo que el niño estaba diciendo.
Ariadna estaba llorando sentada en la cama y el exmarido de pie en la puerta de la habitación.
De repente ante mis palabras dejaron de discutir, y me fui de nuevo al jardín con Sandro.
A los minutos, Sandro había vuelto con ellos, me llamaron para que fuera con ellos al living. Iban a ir a una pastelería con Sandro a elegir la tarta de la comunión, pero yo no quise ir.
En silencio me quedé, digiriendo todo lo que había pasado, y viendo como partían los tres en el coche (que ya habíamos arreglado) con una sonrisa en la boca.
Para ellos se ve que era normal discutir así delante del niño, y como si nada hubiera pasado se fueron.
Llegó el día tan esperado para Sandro. La casa estaba adecentada, las puertas pintadas, la mesa para comer adornada por mi, con servilletas haciendo dibujo en las copas. Todo me parecía poco para lo que iba a ser la una de las mejores fiestas que Sandro tendría durante mi estancia allí.
Recibió sus regalos, los besos de las dos familias, la emoción de verle comulgar, todo…ese día fue el día de Sandro.




©Conxi

[Mónica Loureiro]

Con la llegada del padre nos abres la puerta a la mala relación de esta familia y de la cual el gran perdedor es el niño. Un recién llegado siempre remueve historias dadas como algo ya pasado.

[Sanctus Nebula]

Ante la fatalidad
un continuará bellísimo
el día en que Sandro fue el rey.

Buenísimo.