Relato del que leyó Los Cuadernos de Orán

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Josep Angel
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Relato del que leyó Los Cuadernos de Orán

Mensaje por Josep Angel » Jue Ene 08, 2009 02:15

"He penetrado en los oscuros túneles. Sigo avanzando. Contra toda razón. Las voces amigas que me reclaman junto a si se pierden en la lejanía. Atrás. En un pasado violento. Sigo buscando en los negros túneles el final de si mismos y, con ello, alcanzar al fin la luz. Sé que me queda mucho por andar. Que será muy largo el camino y en muchas ocasiones desfalleceré y desearé no haber comenzado. No haber comprendiido. Pero lo hice. Leí Los Cuadernos de Orán y entendí cual era mi misión. Con dolor en el alma tuve que abandonar a los míos. Emprender solo la senda tortuosa hacia el destino que me aguarda. No había otra manera de hacerlo. Y, por Dios que me hubiera gustado hacerlo de otro modo!! Pero uno no puede mirar atrás cuando sabe que futuro yace herido en sus manos. No debe mirar atrás. No debe hacerlo, no. Los Cuadernos de Orán, así com El Ensayo del Poeta Blanco, resultan esclarecedores, contundentes. No se prestan a una doble interpretación: te dan el fusil y te señalan la senda. En Los Cuadernos de Orán se hallan las esencias del futuro que le espera a mi querida Patria... su destino, sus peligros. Y voy a luchar por los míos. Por mis hermanos de raza. Venceré a todo cuanto les acecha. Dominaré al Dragón, le romperé el espinazo. Ensartaré su corazón de fuego con la gran espada de Odín. Si es preciso, moriré gozoso en la empresa. Pero elevaré nuestra hermosa bandera sobre las cabezas de los mortales. Voy a clavarla en los cuerpos enemigo y que ondee, al empuje del viento, libre, para mostrar el orgullo de nuestro gran país. Orgullo y gloria.

Solo era un negro... sigo avanzando por ese túnel que me emboca al destino. Dios es grande y a El alzo cada jornada mis más sentidas plegarias, henchidas de amor. Dios es grande, Dios es amor. Dios ama a la raza blanca. La ha designado como su representación en la tierra, al señarla con su dedo divino. Somos los únicos hijos del Señor en este condenado mundo. Avanzo sin cesar. Superando el cansancio físico. Sin detenerme apenas. No es hora de flaquezas, si no de elevar el espíritu en aras del Señor. Agradecer su magnamidad en forma de
juntacadáveres de los enemigos de la raza blanca. Mi fusil siempre restará humeante, empleado a tal labor. La Cuarta Enmienda nos da la razón moral para explotar cabezas!! Así, atronan los disparos en las paredes huecas de las casas huecas de los negros huecos. Ese que maté hoy solo era un negro.

Sé que mi hijo se va a sentir orgulloso de su padre. Y, junto a su santa madre, rezarán ante mi tumba compungindos por un hondo dolor. Mi hijo será el hijo de un gran patriota. ¿Qué otro mejor legado puedo depositar en sus hoy tiernas manos?
En el túnel hace frío, cada vez más. Las entrañas de la tierra resultan inhóspitas y voraces para con la moral de los seres débiles. Los cobardes ofrecen su espalda a la boca de esa oscura sima en la que yo voy a enterrar los mejores años de mi vida. Dios es grande, Dios lo quiere. Loado sea Dios que me ha escogido entre tantos para llevar adelante su proyecto: la preservación y defensa de sus únicos hijos en la tierra. Tengo en las manos el futuro de mi raza. Y no me tiembla el pulso por ello. Yo sé lo que debe hacer."

Esos, lectores de Los Cuadernos de Orán, al igual que quienes leyeron Mein Kempf, siempre saben lo que tienen que hacer. Y siempre es lo mismo lo que saben que tienen que hacer: matar.
rayos sobre la mar

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