ni el cristal de la mar que me consuela,
podría conseguir que no me duela
esta espina de amor atravesada.
Al filo del abismo de la nada
o en la estela del ave cuando vuela
arrojaré este frío que congela
mi día convertido en madrugada.
Le arrancaré la piel al sufrimiento,
le robaré su voz al pensamiento
y pondré mil cerrojos al olvido.
Prefiero recordar esta aventura
que volver a pasar por la tortura
de tener que vivir lo que he vivido.