Cuando retornes a mi lecho, no te apures,
acércate despacio, las miradas están intactas,
permanecen inalterables en las prolijas noches,
y entibian los sueños, precisos de los besos.
No pienses en nada, apela sólo al valor de la ceremonia,
recorre los mapas de mi cuerpo con ríos caudalosos,
los mares tersos, suaves y cristalinos, que, con sus vestigios,
inician el rito que lleva el viento a su designios.
No te apresures a recorrerlo, mantén la calma de tus dedos,
que ellos son martirios de suplicas y deseos,
mientras permanece entre mis árboles más viejos y callados,
cruza la frontera y enciende el fuego del invierno.
Son perpetuas las golondrinas en su movimiento,
mi geografía queda inmóvil en el acertijo de la travesía,
tiene esperas, pausas, caminos con laberintos prodigiosos,
para lanzar la flecha como torpe arquero impreciso.
La noche más deseada, vive con la sacra certeza,
de inmolarse en el perpetuo sonido del Alba,
y con el ritmo de los cuerpos en famosa marejada,
descubrimos la identidad de una huella en la noche brava.
Que idioma el tuyo en este nuevo y poderoso misterio,
ya no deambula el corazón peregrino en el arco iris del silencio,
pero, entretanto, mi cabeza en tus manos es el vuelo,
de una paloma que, tímida, aletea y se renueva.
BRISEIS (ANNIE)