
testigo es el mar de mi faena.
Yo siento que tu amor es mi condena
y ese cuerpo viril… mi sacramento.
Viendo las estrellas yo comprendo,
que el aroma que expelen tus silencios
confrontan mi sensualidad y mis deseos.
Y por eso aquí sola, yo, te pienso
y apretando mis manos… te presiento.
Rozan mis pies algas marinas
y el mar me besa codicioso…
Dejando en mi piel un ósculo ardoroso
que quema mis secretos, me calcina.
Y sueño con tu boca tan divina
que arrebata mis senderos
sin censura…
Amarrándome a ti, dulce atadura,
atadura de amor, de nuestros cuerpos.
De espaldas en la arena yo te pienso,
y anhelo robarme tu presencia
adueñándome sin piedad de tu conciencia,
trenzándonos los dos… en devaneos.
¡Ay! Mi bien, cuanto te deseo