Sonrisas olvidadas de la gran ciudad
Publicado: Sab Ene 21, 2012 15:58
Caminando por las embutidas calles de la ciudad capital de México, me di cuenta de algunos detalles horrorosos, que francamente nos tienen a todos zurumbáticos y desesperanzados, es tan desesperante tener que hacer gestos de lastima y de “no traigo cambio” frente a los incontables organilleros, mendigos, mendigas, ambulantes, abuelos desahuciados, cojos, ciegos, sordos, retrasados, madres solteras, ninis, vendedores de lotería, mimos, los que se visten de Woody y Buzz para que te tomes una foto por tan solo 20 “lanas” y los voluntarios del teletón. Honestamente ese gesto de lastima y falta de dinero me sale a la perfección, será tal vez porque es realidad. Bueno, como sea tengo que hacer el gesto que tanto detesto. Se tiene que hacer tanto ese gesto que cuando llego a mi destino y entro a la oficina tengo que sobarme la cara con ambas manos para poder desaparecerlo.
La realidad es que parece que esta ciudad (conocida solamente por nuestros políticos como la ciudad de los palacios, la ciudad de la esperanza, la ciudad de la vanguardia entre otra sarta de títulos, que no son más que eufemismos dignos de burlas.) se ésta hundiendo, entre montones de basura, de comerciantes que ofrecen con gritos estrambóticos los últimos inventos inútiles fabricados por los orientales y marchas en contra de todo lo habido y por haber.
En fin, podría alargarme haciendo una lista con aires de ánimo aberración contra esta gastada ciudad, pero no es mi intención desprestigiarla, bueno si es mi intención pero de hecho los gobernantes me han ahorrado ese trabajo de desprestigio. Mi intención, es hacer una observación, sí sobre el poder humano para crear cosas maravillosas y luego sin más preámbulo convertirlo en una gran masa solida de bazofia.
Les comentaba que caminando por el centro de México, pensaba en la capacidad inherente del ser humano, para crear cosas tan maravillosas y luego convertirlas en sedimentos.
Y no creo exagerar, presten atención. Eran como las dos de la tarde, digo esa hora por la percepción personal del tiempo, no por una observación exacta del reloj traído por unos franceses que adorna el tercer piso de la torre latinoamericana, al pie de la torre se encontraba una pareja joven, naturalmente. Al pasar caminando frente al palacio de correos uno de los incontables mimos mencionados en un inicio, realizo uno de sus oficios mas graciosos, que hizo que aquella chica arrojara una de las sonrisas mas lindas y diáfanas que tal vez había visto en mi vida, tan linda y contagiosa era esa sonrisa, que varios de los que observamos los oficios del mimo, no sonreímos por este, si no por aquella sonrisa imborrable que expreso aquel rostro inolvidable.
Al avanzar una cuadra en sentido contrario al de los automóviles, de nuevo me encontré con los tortolos, que ahora no parecían tortolos sino un par de ratas disputando por un trozo insignificante de carroña, el hombre alzando la voz como si quisiera que los habitantes del piso 122 de la torre latino escucharan le grito a aquella mujer que era una zorra, y la sonrisa que hace apenas unos minutos había conquistado a más de uno, se convirtió en un rio caudalosos de lagrimas dulces (dulces no por los sentimientos que hacían llorar a aquella mujer, más bien dulces, solo por pertenecer a aquella mujer).
Lamentablemente ya han pasado varias horas y honestamente, recuerdo más a aquella mujer por las lágrimas y su sinónimo de zorra, que por su sonrisa brillante con esos dientes diáfanos.
Con esto compruebo parte de mi hipótesis, de que les seres humanos tenemos la virtud, la idoneidad de convertir algo hermoso en un montón de basura.
Sem Ochoa
La realidad es que parece que esta ciudad (conocida solamente por nuestros políticos como la ciudad de los palacios, la ciudad de la esperanza, la ciudad de la vanguardia entre otra sarta de títulos, que no son más que eufemismos dignos de burlas.) se ésta hundiendo, entre montones de basura, de comerciantes que ofrecen con gritos estrambóticos los últimos inventos inútiles fabricados por los orientales y marchas en contra de todo lo habido y por haber.
En fin, podría alargarme haciendo una lista con aires de ánimo aberración contra esta gastada ciudad, pero no es mi intención desprestigiarla, bueno si es mi intención pero de hecho los gobernantes me han ahorrado ese trabajo de desprestigio. Mi intención, es hacer una observación, sí sobre el poder humano para crear cosas maravillosas y luego sin más preámbulo convertirlo en una gran masa solida de bazofia.
Les comentaba que caminando por el centro de México, pensaba en la capacidad inherente del ser humano, para crear cosas tan maravillosas y luego convertirlas en sedimentos.
Y no creo exagerar, presten atención. Eran como las dos de la tarde, digo esa hora por la percepción personal del tiempo, no por una observación exacta del reloj traído por unos franceses que adorna el tercer piso de la torre latinoamericana, al pie de la torre se encontraba una pareja joven, naturalmente. Al pasar caminando frente al palacio de correos uno de los incontables mimos mencionados en un inicio, realizo uno de sus oficios mas graciosos, que hizo que aquella chica arrojara una de las sonrisas mas lindas y diáfanas que tal vez había visto en mi vida, tan linda y contagiosa era esa sonrisa, que varios de los que observamos los oficios del mimo, no sonreímos por este, si no por aquella sonrisa imborrable que expreso aquel rostro inolvidable.
Al avanzar una cuadra en sentido contrario al de los automóviles, de nuevo me encontré con los tortolos, que ahora no parecían tortolos sino un par de ratas disputando por un trozo insignificante de carroña, el hombre alzando la voz como si quisiera que los habitantes del piso 122 de la torre latino escucharan le grito a aquella mujer que era una zorra, y la sonrisa que hace apenas unos minutos había conquistado a más de uno, se convirtió en un rio caudalosos de lagrimas dulces (dulces no por los sentimientos que hacían llorar a aquella mujer, más bien dulces, solo por pertenecer a aquella mujer).
Lamentablemente ya han pasado varias horas y honestamente, recuerdo más a aquella mujer por las lágrimas y su sinónimo de zorra, que por su sonrisa brillante con esos dientes diáfanos.
Con esto compruebo parte de mi hipótesis, de que les seres humanos tenemos la virtud, la idoneidad de convertir algo hermoso en un montón de basura.
Sem Ochoa