La esperanza de la desesperacion
Publicado: Mié Ago 24, 2011 08:16
No le gustaba ese vestido. Le molestaban los volantes del cuello. No le agradaba el peinado que le habían hecho. No le gustaba ese día. Ese día… el día en que ella i su mejor amiga tomarían caminos diferentes.
Ella sabía que si Nahala se casaba con ese hombre todo cambiaria. Sabía que cuando el si quiero uniera en sagrado matrimonio a la pequeña mujer con aquella bestia, ya nada volvería a ser como antes. Sabía perfectamente que la amistad que durante años las había unido, se rompería en mil pedazos, o mejor dicho, seria rota por aquel demonio.
Samia, la madre de Nahala, no debió permitir nunca que ese hombre, tan mayor para su hija se acercara a ella, y por nada del mundo debió permitir que él se saliera con la suya y se casara con la pequeña.
A Nahala y a Rufios les separaban treinta años, demasiado tiempo, pero aun así ese día iban a celebrar su boda, una boda que cambiaria sus vidas, una boda por intereses, no por amor, una boda donde Nahala no tenía nada que opinar.
Ella sabía que, aunque ahora le pareciera fatal que Nahala no se opusiera a casarse, a ella también le llegaría la hora del matrimonio, y seguro que no sería mucho mejor que el de su amiga.
Y lo peor no era eso, sino que después de la boda, se irían de luna de miel, y tendrían que irse a la cama, aunque ella no quisiera.
Ella odiaba todo su mundo, la mutilación a las niñas, la guerra, el hambre, el machismo… Solo tenía a Nahala, y se la iban a arrebatar. No tenía nada por lo que luchar, ningún motivo por el que vivir, ya no tenía nada en absoluto.
Ella estaba dispuesta a cualquier cosa para evitar esa boda. Fue una muerte dulce.
Nahala suspendió la boda para ir al entierro de su amiga, su mejor amiga. Y en vez de una boda no deseada, hubo un entierro, un entierro que les abrió los ojos, a lo que todo el mundo había ignorado.
Ella sabía que si Nahala se casaba con ese hombre todo cambiaria. Sabía que cuando el si quiero uniera en sagrado matrimonio a la pequeña mujer con aquella bestia, ya nada volvería a ser como antes. Sabía perfectamente que la amistad que durante años las había unido, se rompería en mil pedazos, o mejor dicho, seria rota por aquel demonio.
Samia, la madre de Nahala, no debió permitir nunca que ese hombre, tan mayor para su hija se acercara a ella, y por nada del mundo debió permitir que él se saliera con la suya y se casara con la pequeña.
A Nahala y a Rufios les separaban treinta años, demasiado tiempo, pero aun así ese día iban a celebrar su boda, una boda que cambiaria sus vidas, una boda por intereses, no por amor, una boda donde Nahala no tenía nada que opinar.
Ella sabía que, aunque ahora le pareciera fatal que Nahala no se opusiera a casarse, a ella también le llegaría la hora del matrimonio, y seguro que no sería mucho mejor que el de su amiga.
Y lo peor no era eso, sino que después de la boda, se irían de luna de miel, y tendrían que irse a la cama, aunque ella no quisiera.
Ella odiaba todo su mundo, la mutilación a las niñas, la guerra, el hambre, el machismo… Solo tenía a Nahala, y se la iban a arrebatar. No tenía nada por lo que luchar, ningún motivo por el que vivir, ya no tenía nada en absoluto.
Ella estaba dispuesta a cualquier cosa para evitar esa boda. Fue una muerte dulce.
Nahala suspendió la boda para ir al entierro de su amiga, su mejor amiga. Y en vez de una boda no deseada, hubo un entierro, un entierro que les abrió los ojos, a lo que todo el mundo había ignorado.