LOS CUATRO LUCEROS

[TARDE GRIS]

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  LOS CUATRO LUCEROS
  
  
  A orillas de unos viejos pinos se encontraba al fondo del río, una cabaña vieja abandonada, hace años que ahí vivió un anciano con su esposa, doña Luz, su mujer, había muerto ya, pero en vida siempre le decía que no estaban solos que tenían cuatro luceros que los cuidaban, que siempre velaban por ellos, eso refiriéndose a los ángeles del cielo...
  
  Don Matías enviudó y se convirtió en un hombre solitario, con el que nadie hablaba, se ocultaba por ser huraño, de repente ya no se le vio y todos pensaron que había muerto, pero siempre se escuchaban ruidos y quejidos dentro y se veía a lo lejos una luz sin par, pero como la cabaña estaba muy lejos nadie la visitaba ya.
  
  Don Matías a un lado de su cabaña tenía enterrada a su esposa amada, jamás la abandonó y siguió ahí por ella…era muy precavido según se observaba, tenía el leñero a su máxima
  capacidad y una alacena con muchísimas conservas y latas, según cuentan los lugareños.
  
  Todos le sacaban la vuelta a esa cabaña desde que ya no vieron más al anciano, pensando que estaba embrujada, las niñas temían jugar cerca de ella y las madres no se los permitían, pero los niños, ellos sí, ellos eras más valientes, a cazar fantasmas irían un día seguramente.
  
  No hay muchos niños en el poblado, Luis es uno de ellos y el que siempre está a la cabeza de las aventuras planeadas. En una tarde veraniega, Luis invitó a sus amigos a visitar la casa
  abandonada, lo planearon y se prepararon, le acompañaron Juanito, el más gordito y bajito del clan, Toño, el intelectual y que lleva gafas así como Pedro el miedoso, pero el que nunca falla.
  
  Así que emprendieron su cacería llevando consigo costales para llenarlos de fantasmas, una lámpara de mano, lazos suficientes para detener el vuelo de los fantasmas y cerillos, siempre se puede ofrecer una fogata.
  
  Al avanzar entre los arbustos y el riachuelo brincando algunas piedras para pasarse al lado opuesto, aunque no lo demostraban, el temor se apoderaba de ellos, pero iban cada uno con su costal muy decididos. Cuando al fin la tuvieron cerca, se detuvieron a ver el epitafio de la tumba que estaba ahí, y se leía, -Nunca te abandonaré, tu siempre vives en mí- ellos callaron y avanzaron hasta el pozo del agua, tenían sed por la caminata y se tomaron un respiro antes de entrar a la
  cabaña…sólo hacían tiempo, ya que tenían miedo de lo que dentro les esperaría.
  
  De repente escucharon un ruido, como esos cuando mueves arrastrando una silla o un banco, y corrieron tras unos arbustos para ver que pasaba ahí…al notar que reinaba el silencio de nuevo se acercaron para asomarse por la ventana, para su sorpresa, de lo que se esperaban, si por fuera la cabaña estaba descuidada, dentro era todo lo contrario, la chimenea encendida con un fuego acogedor, una mecedora de madera cerca de ella, un atizador del lado y una lámpara de gas, que bajita apenas se notaba su luz, notaron incluso la mesa con cuatro sillas y los cubiertos en ella…un enorme tapete de oso en el suelo y en la pared cabezas de venados así como cuernos de toros que daban el toque perfecto de la típica cabaña habitable.
  
  Entonces se miraron uno a otro y no alcanzaron a comprender, se dijeron aquí no puede haber fantasmas, Pedro, el más miedoso, les dijo, tal vez los fantasmas ahora son más como los humanos, a lo que Toño limpiando con el fondo de su camisa sus anteojos le respondió, los fantasmas no existen, sólo los humanos llevan vidas así…entonces les dijo Juanito que se apuraran a entrar, tal vez habría algún alimento por degustar… Luis pensó, no haremos nada de eso, ya que no es una casa abandonada, toquemos, alguien deberá abrirnos, y si nadie nos abre, entraremos, seguro alguien invadió la cabaña al saberla abandonada, les dijo.
  
  Y tocaron a la puerta de madera pesada que tenía el doble de su altura, tocaron más de una vez y todos al mismo tiempo…se escuchó de nuevo ese ruido de arrastrar un mueble o un banco, y los corazones de los niños palpitaban con tanta fuerza, que ese momento les pareció eterno…de pronto, se escucha el rechinido de la puerta abriéndose lentamente,
  y estaba ahí, un anciano con barba enorme blanca y sujetándose de una silla para poder moverse…entonces les dijo: Al fin llegaron, los había esperado hace mucho…pasen, llegan a tiempo, tengo pan caliente, queso y algo de carne de venado…los niños callaron y entraron cortésmente, se sentaron a la mesa y el anciano se sentó en la mecedora, les pidió
  que le contaran por qué no habían ido antes a visitar esa casa…ellos dijeron que no sabía que vivía alguien ahí, a lo que el anciano les dijo, mi mujer antes de morir me dijo, cuatro luceros llegarán a cuidarte, cuatro luceros que serán como tus hijos, cuando vio a los cuatro niños, pensó que eran ellos, en realidad a lo que su mujer se refería era a los ángeles del cielo, a los que ella se encomendaba siempre.
  
  Pero la alegría de Don Matías era tanta, que no sabía que hacer para atenderlos, les dijo además, espero que me ayuden a reparar la cabaña de su parte exterior, con mis viejas piernas y cansados brazos, es poco lo que podría hacer, los niños le contaron que traían costales para cazar fantasmas, pero que los usarían para juntar la hierba crecida, ya que los fantasmas sólo estaban en sus cabezas, y antes de que anocheciera, pusieron manos a la obra, le dejaron su frente limpio y deshierbado, sacudieron el polvo de la cabaña y lograron darle un aspecto inmejorable, parecía otra, don Matías le regaló a cada uno de ellos un adorno de madera, la tallaba y en tanto tiempo libre, tenía montones de ellos, caballos, osos, venados, ardillas, en fin, de diferentes animales. Les pidió además que volvieran otro día y que no lo abandonaran y todos se despidieron de él y le dijeron que regresarían.
  
  Ya casi oscurecía y emprendieron su marcha hablando y contando de esa experiencia, estaban desconcertados, iban a cazar fantasmas, pero los cazados fueron ellos, cazados
  por el afecto de un hombre solitario que los arropó de calidez en sus horas solas.
  
  Y volverían, claro que lo harían, era su amigo del bosque, Luis les dijo que no le contaran a nadie y que dejarían que pensaran que había fantasmas ahí, de lo contrario, la paz
  de su amigo se vería afectada, Juanito llevaba aun un pedazo de queso y asintió con la cabeza, Toño pensó en lo hábil que pudo ser don Matías para subsistir en la naturaleza y Pedro aun tenía miedo, pero siempre estaba con ellos.
  
  Pasó el tiempo y las visitas continuaron, ese amigo que tenían, les enseñó a subsistir en la montaña, les regaló su cabaña para cuando él faltara y a tallar la madera para hacer figuras especiales, y les pidió que le enterraran el día de su muerte junto a su amada esposa, poniendo en el epitafio:
  
  -A tu encuentro acudo amada Luz, de manos de los cuatro luceros, esos que me enviaste cuando me cuidabas desde el cielo-
  
  
  Las cosas no son siempre como parecen, no debemos guiarnos por las
  apariencias, pues como bien dicen, engañan.
  
  Fin.
  
  
  BLANCA N. GARCÍA GONZÁLEZ
  TARDE GRIS
  Derechos Reservados Safe Creative
  Código: 1004276125961
  Fecha 27-abr-2010 15:34 UTC

[Romantyka]

Distinguida TARDE GRIS

Felicidades por esta bella inspiración de tu autoria la verdad que esta hermoso
creí que era de otro autor .. Espero que nos sigas brindado mas de este tipo de narraciones..

Que Dios te bendiga...

[TARDE GRIS]

Distinguida TARDE GRIS

Felicidades por esta bella inspiración de tu autoria la verdad que esta hermoso
creí que era de otro autor .. Espero que nos sigas brindado mas de este tipo de narraciones..

Que Dios te bendiga...

GRACIAS ROMANTIKA, SI, ES MÍA, MUCHAS GRACIAS POR LEERME,
DEJARÉ MAS TEMAS MUCHAS GRACIAS POR TU HUELLA SIEMPRE
FINA Y ELEGANTE, CUIDATE SIEMPRE...