Peregrino a destiempo
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- Bastian Rien
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Peregrino a destiempo
Los días me precedían en este mundo como el alfil que se sabe victorioso acechando en su oblicua estocada final, una sucesión de momentos en los que hago del tiempo un pegajoso lastre que testarudamente cargo.
Me consumo en esta liviana y primitiva forma vida, en la que los segundos, las horas, las décadas, se dictan bajo el yugo del confort sedentario de una existencia “normal”.
Me levanto, me visto, preparo un normal desayuno mientras preparo mi expedición a los dominios del normal trabajador. De regreso, aseo la casa, improviso una merienda y me sumerjo en una casi normal pasividad donde relojeo viejos tomos de escritores consagrados y me aíslo con los acordes de consagrados nuevos músicos, tras esto, me adormece la calida y predecible sensación de la invariable y consiguiente jornada.
¿Qué es lo que hace entonces que desprecie esta placida y configurada conducta?, ¿Cuáles son las razones por las que una vida llevadera y carente de preocupaciones me resulta tan repulsiva?, esto mismo me preguntaba mientras me detuve frente a la ventana sorprendido por el hechizo de las gotas de lluvia que se suicidaban contra los cristales.
Es aquel hombre que mecánicamente transita el tiempo regalado en una constante monotonía, quien agracia a las Moiras, tejedoras del destino, con los subyugados sonidos de una lira enmohecida y los vocablos que se amontonan tras una boca sellada hace mucho tiempo atrás por un dios tan adormilado y mediocre como el mismo. Autoconvencimiento.
Un idioma mundialmente implementado el del autoconzuelo, el de esconderse bajo las diarias sesiones de hipnotismo que con ayuda de la llamada “cultura” nosotros mismos nos ejercemos. Conmigo se da el caso, de que no soporto esa autosatisfacción estúpida de perderme en el mismo camino de los demás, ni de la inútil costumbre de contar las horas en un reloj que no varía su marcha, escapo hacia nuevos puertos donde los extremos coinciden, donde recupero las inconcientes alegrías que ofrece el desarraigo y la miseria que me sumerge en perpetua meditación.
El recuerdo del tiempo malgastado, ausente de toda mutabilidad, me embriaga del deseo de vomitar todos los cánones incorporados y de sentir el ardiente dolor verdadero e infernal que desgarra el cuerpo y nos recuerda humildemente nuestra calidad de humanos, al contemplar el sangrado de nuestras heridas.
Es frenético el afán de subyugar esta permanencia esterilizada y de imponer violentas impresiones en el erosionar diario, porque son los muchachos atrevidos, los caballeros arremetedores y las vírgenes suicidas quienes galopan los abismos montados en el porvenir.
Es al asimilar la caducidad de las cosas lo que abre las puertas a un nuevo palpitar de sensaciones, la caducidad de las relaciones, la caducidad de los tormentos, la caducidad del placer, la caducidad de nosotros mismos. La oportunidad de dibujar etéreas formas en los muros de lo eterno.
Sentado y ensimismado en el murmullo de la lluvia, cuando la noche parecía respirar en la hora más oscura, no hice más que incorporarme frente al silencioso espejo, para verme reflejado finalmente a mi mismo.
Me consumo en esta liviana y primitiva forma vida, en la que los segundos, las horas, las décadas, se dictan bajo el yugo del confort sedentario de una existencia “normal”.
Me levanto, me visto, preparo un normal desayuno mientras preparo mi expedición a los dominios del normal trabajador. De regreso, aseo la casa, improviso una merienda y me sumerjo en una casi normal pasividad donde relojeo viejos tomos de escritores consagrados y me aíslo con los acordes de consagrados nuevos músicos, tras esto, me adormece la calida y predecible sensación de la invariable y consiguiente jornada.
¿Qué es lo que hace entonces que desprecie esta placida y configurada conducta?, ¿Cuáles son las razones por las que una vida llevadera y carente de preocupaciones me resulta tan repulsiva?, esto mismo me preguntaba mientras me detuve frente a la ventana sorprendido por el hechizo de las gotas de lluvia que se suicidaban contra los cristales.
Es aquel hombre que mecánicamente transita el tiempo regalado en una constante monotonía, quien agracia a las Moiras, tejedoras del destino, con los subyugados sonidos de una lira enmohecida y los vocablos que se amontonan tras una boca sellada hace mucho tiempo atrás por un dios tan adormilado y mediocre como el mismo. Autoconvencimiento.
Un idioma mundialmente implementado el del autoconzuelo, el de esconderse bajo las diarias sesiones de hipnotismo que con ayuda de la llamada “cultura” nosotros mismos nos ejercemos. Conmigo se da el caso, de que no soporto esa autosatisfacción estúpida de perderme en el mismo camino de los demás, ni de la inútil costumbre de contar las horas en un reloj que no varía su marcha, escapo hacia nuevos puertos donde los extremos coinciden, donde recupero las inconcientes alegrías que ofrece el desarraigo y la miseria que me sumerge en perpetua meditación.
El recuerdo del tiempo malgastado, ausente de toda mutabilidad, me embriaga del deseo de vomitar todos los cánones incorporados y de sentir el ardiente dolor verdadero e infernal que desgarra el cuerpo y nos recuerda humildemente nuestra calidad de humanos, al contemplar el sangrado de nuestras heridas.
Es frenético el afán de subyugar esta permanencia esterilizada y de imponer violentas impresiones en el erosionar diario, porque son los muchachos atrevidos, los caballeros arremetedores y las vírgenes suicidas quienes galopan los abismos montados en el porvenir.
Es al asimilar la caducidad de las cosas lo que abre las puertas a un nuevo palpitar de sensaciones, la caducidad de las relaciones, la caducidad de los tormentos, la caducidad del placer, la caducidad de nosotros mismos. La oportunidad de dibujar etéreas formas en los muros de lo eterno.
Sentado y ensimismado en el murmullo de la lluvia, cuando la noche parecía respirar en la hora más oscura, no hice más que incorporarme frente al silencioso espejo, para verme reflejado finalmente a mi mismo.
- TARDE GRIS
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Re: Peregrino a destiempo
Intenso escrito nos compartes, ha sido un placer leerte, manejas perfectamente el lenguaje poético y te felicito.

Re: Peregrino a destiempo
Bastian Rien
Leyendo
entre lo que aqui publica tampoco podria evitar de dejarle un saludo
entre esas lineas que le expresan su profundo sentir.
Un gusto pasar entre sus letras,
y aqui queda mi huellita .
Que el Señor me lo bendiga!

Leyendo
entre lo que aqui publica tampoco podria evitar de dejarle un saludo
entre esas lineas que le expresan su profundo sentir.
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- Bastian Rien
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Re: Peregrino a destiempo
Muchas agradecido por tu visita y apreciaciones, llevas record perfecto, 4 de 4 que he publicado!....cuídate mucho y gracias nuevamenteTARDE GRIS escribió:Intenso escrito nos compartes, ha sido un placer leerte, manejas perfectamente el lenguaje poético y te felicito.
- Bastian Rien
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Re: Peregrino a destiempo
Encantado de que hayan sido de tu agrado e igual de tenerte aquí, muchas gracias y que estés bien, saludos!Romantyka escribió:Bastian Rien
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entre lo que aqui publica tampoco podria evitar de dejarle un saludo
entre esas lineas que le expresan su profundo sentir.
Un gusto pasar entre sus letras,
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