
Tonto ha sido lo incrédulo el haber confiado en algo inextrañable, tener que agotar un esfuerzo por recobrar un evento totalmente inaccesible, causa gracia haber pensado en ese amor, del que nunca regrese a esta imaginación, por ende, insistí como demente atraer la foto de alguien que lastimó la esperanza en satisfacer aquello inútil, y que por iluso recae en las garras de un laberinto, sin hallar la puerta que conduzca a ese crisol, que avive una gran ilusión, no obstante provoca en la memoria, desahucio, y peor aun, un chispazo de hiel insostenible, hace quebrar lentamente la sangre, lo convierte en veneno deshumanizante. Que pena podría valir, soñar con un drama imborrable, que atasaje bestial lo que pude llegar a creer, mas incitó a ser, enmudecido, y vil. Reminiscencias, cruda, maléfica diáspora de sucesos inmerecibles a tantas preciosas secuencias de una ínfima existencia. Tal paradoja que antecede lo incierto de un principio ajeno, o tal vez desconocido a lo concebible, no creo que un palpitar del alma desarrolle un ente que compare, ni menos, iguale lo que hubo haber vivido en ése entonces. Interrogantes, circulan en el cerebro, anhelan escapar de esa lúgubre visión que corrompe tan profundo, lo que se siente en este ciclo de ambivalencia, quizás, nefasta. Reminiscencias, atrapado en un olvido, que ninguno puede socorrer, ahogado en turbios receptores que aguardan culminar lo que se ha producido previamente, intangible. Y a su vez, se torna, ineludible.
©José López