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Músicas para mi abuelo bueno

Publicado: Mié Ene 21, 2009 03:27
por Josep Angel
A unos escasos doscientos metros de casa, el mar se desembaraza sin descanso de sus olas, que le regresan y lo ocupan de nuevo. En ese tránsito de ida y vuelta, el agua combatida consigo misma, raspando la arena, envuelve el recreo de mi casa de una música que quizás hubiera firmado Mahler. Va penetrando con una persistencia impertrérrita que te desarma, una atonalidad que se convierte en tu cerebro, en tí mismo que no en ella, en algo melodioso... extenso, más aún: inacabable. La sinfonía más prolongada de Mahler, adornada por los rayos del sol sobre las aguas: un mar de estrellas.

Cuando me siento en el rincón de lo que de niño fue mi pequeño mundo, el invento de los juegos: mi desdoblamiento, en tardes ventosas que remueven todo el ramaje de un árbol tras otro(y con ellos, a las legiones de hojas), oigo los madrigales de Monteverdi... suaves, voces blancas que en su inicio se asemejan a leves rumores de la propia naturaleza. El viento empuja, las voces adquieren forma, contorno, figura, son como una pintura a la que el artista va modelando, con una exquisitez infinita. Siento la música de los instrumentos antiguos justo una escala por debajo del coro. No es una invitación a meditar, a buscar lo trascendente, a perseguir a un dios... al contrario: es la levedad de nuestra existencia, nunca tanto más alejada de un creador. El viento inunda mi cerebro de la música que me lleva de la mano a la costa desde la cual el agnosticismo se divisa cuan ancho es. No hay espacio de mayor libertad. Monteverdi, Marenzio, Palestrina... que más da!! regresan subidos de las hojas, musiqueando el viento, madrigales de la placidez extrema.

Y mi mente cuando entozudece y busca con linterna en mano quién diablos hay por ahí dentro(tras constatar una y mil veces el fracaso de indagar acerca del morador de ahí afuera), se encuentra con un golpear como del corazón, pero más sórdido, más tenebroso, algo más hondo incluso. Como si existiera otro corazón debajo del corazón. Se topa con unos pálpitos de fantasma, rítmicos, ascendentes, mullidos cual si terreno fueran de húmedas cuevas habitando lo más profundo. Y entonces aparece la música de Bartok, que golpea las conciencias abriéndose paso en el nuevo siglo XX. Bum, bum, bum!! No tiene sentido alguno, no le vas a dar una razón explicada con pelos y señales: es así por éso y por eso otro. Pero se abre paso, inicia una vereda. Y a tí, ese rumor de algo nuevo, te estremece el cuerpo por entero. Lo contemporáneo, lo que llegó para sustituir a lo ya amado, aprendido, que con las manos acariciabas, aparece como un ejército enemigo, del cual no logras divisar sus colores de guerra. Pero ésa, ya es tu música, viaja en tu interior y te llevará adonde menester sea necesario.
Bartok, Britten... para abrir paso. A los que han ido llegando. Penderecki, Weir, Stockhausen... forman ese corazón nuevo que aún no comprendes y sin embargo marca los latidos de tu tiempo. Que no el otro, el romántico, el nacionalista... es ya algo viejo. No es tuyo, no lo asumas.

¿OK, avi?