El
Publicado: Lun Dic 29, 2008 00:58
"Creo que nunca voy a superar esta crisis. A veces, es como si un talud se me echara encima. Y no veo la luz. No diviso luz alguna al final de ningun tunel. El miedo me tiene postrada en un rincon de la casa. Encerrada con llave en mi habitacion. Con la pistola y las tres balas de plata que le quedan a nuestra familia. Hermano querido, yo se que no superare esto. Que ya no voy a levantar cabeza. Todos tus esfuerzos por ayudarme van a resultar vanos, ya lo veras. Te lo agradezco, siento una inmensa pena por mi misma y tambien por ti. Porque se que me quieres... demasiado, estigma familiar. Me quieres y se muy bien que al ser como soy, te he hecho sufrir mucho. Jamas debiste enredarte en mi. Enamorarte..."
Asi me hablaba Leila junto a la barra de un bar. A altas horas de la noche. En el bar al cual acudiamos desde años atras, nuestro confesionario de luces sin sombras. Atraidos por su silencio, por el aire de soledad que se respiraba en el. Y tambien porque el dueño era un buen hombre y a veces nos dio los consejos que se le olvidaron a nuestro padre. Leila se esforzaba por no llorar, pero le temblaban sus blancas piernas que pendian sin apoyo del taburete. Y sus manos -que se ocultaban la una con la otra- parecian desear(o necesitar) caer sobre la reluciente barra del bar como un pajaro herido cuyo unico destino es el estrellarse contra las aguas del mar. Nuestras bebidas se hallaban ante nosotros: por estrenar. El dueño nos observaba desde un rincon. Alguien habia puesto en la Jux Box, "Mundo cruel". Nos hacia daño.
"Las tres balas plateadas que habitan en uno de los cajones de mi escritorio son para mi una obsesion. Son, cariño, el futuro que me traza nuestra feroz familia. Cual si ese destino mi padre lo hubiera marcado con una tiza blanca antes de. Y yo vi su ejemplo. Dejo la puerta de su dormitorio abierta para eso. Para mi. ¿Entiendes? Para asegurarse de que yo sabria lo que habia que hacer. Tambien hay una bala para ti, mi amor. La siguiente a la mia.
¿No es todo una locura? ¿Acaso no hemos tenido unos padres suicidas? ¿Como podiamos haber sido felices, pues? Dime!! No teniamos ninguna posibilidad. Ellos decidieron por nosotros. Lo sabes, no? Ademas, por si su guia perversa fuera poca cosa, el amor que nos hemos tenido nos ha hecho sentir culpables durante todos estos años y ha barrido nuestra juventud como una ventisca se lleva consigo las ultimas flores de otoño. Hoy es tarde ya. Tarde para todo. Para ti, para mi. No es posible el comenzar de nuevo. Y yo te voy a arrastrar en mi caida. Te voy a llevar conmigo... a los infiernos".
Bajo la cabeza. Tenia los ojos enrojecidos, brillantes como ascuas. Hurgo en el bolsillo de su chaqueta. Saco un paquete de cigarrillos rubios y encendio uno. Sus labios tan hermosos como siempre. Una boca perfecta, imposible de no besar. La blanquecina luz que daba vida a aquel bar suavizaba aun mas su delicado rostro. Lo convertia en algo mas fragil. Para mis manos, para mi pecho. El dueño, nuestro antiguo y comun amigo, se habia retirado a la trastienda. Nos habia dejado solos con nuestro pesar. Para que el corazon rasgado de Leila, y el mio tambien, no abrigaran duda alguna de como iban a rodar las cosas. Asi pues, sin nadie con el que poder ampararse, sin ninguna otra historia con la que mezclar las nuestras. Sin tiempo ya para un nuevo reinventarse. Se habian acabado los engaños.
"¿Crees que lo hare? ¿Crees que lo voy a hacer esta misma noche? Tengo miedo, sabes? Miedo de todo. Desde que abandonaste nuestra casa todo en ella me resulta hostil. Todo va contra mi. Las penumbras no me esconden: me muerden. Es como si poseyeran cuchillas de afeitar con las que me cortan cuando me repliego en ellas. Necesito puntos de apoyo, pero en casa de estas cosas no hay. Dentro de mi tampoco. Tampoco en ti. Todos me habeis dejado tirada. Abandonada enmedio del camino. Me habeis dado por irrecuperable. Mama no va a usar la tercera bala, sabes? Ella no. Por muy sola que se sienta. Por absolutamente sola que se quede, una vez nos haya perdido a nosotros dos. Ella no lo hara. Y nos va a maldecir a todos. Malditos seres del diablo que, al pretender abrazarnos, no han hecho siempre otra cosa que arañar nuestra tierna piel. Abrazo de oso".
Le dije que era tarde ya. Que la acompañaria a casa. Nego con la cabeza. Su melena rubia, muy rubia, le cubria gran parte del rostro. Habia malfumado su cigarrillo, que destripo contra el interior del cenicero de metal. Dijo que no importaba. Pero yo no iba a dejarla sola en aquellas circunstancias. Le bese la mejilla. Fue como si no hubiera hecho nada. Cual si ella no se hubiera dado cuenta. Guardo silencio unos minutos. Y yo no sabia que decir. Recuerdo que las imagenes de papa y mama inundaron mi cerebro. Quizas a ella le paso lo mismo. Escuche sus voces en el fondo de mi conciencia. Asenti con pesar: seguia siendo su esclavo. Y Leila su chica torturada con saña. "El", sobretodo "El", movia todos los hilos. No habia cambiado nada. Siendo esto asi, el pronunciado pesimismo de Leila tenia toda la razon de ser. Solo nos quedaban las balas de plata: la trampa de "El".
Asi me hablaba Leila junto a la barra de un bar. A altas horas de la noche. En el bar al cual acudiamos desde años atras, nuestro confesionario de luces sin sombras. Atraidos por su silencio, por el aire de soledad que se respiraba en el. Y tambien porque el dueño era un buen hombre y a veces nos dio los consejos que se le olvidaron a nuestro padre. Leila se esforzaba por no llorar, pero le temblaban sus blancas piernas que pendian sin apoyo del taburete. Y sus manos -que se ocultaban la una con la otra- parecian desear(o necesitar) caer sobre la reluciente barra del bar como un pajaro herido cuyo unico destino es el estrellarse contra las aguas del mar. Nuestras bebidas se hallaban ante nosotros: por estrenar. El dueño nos observaba desde un rincon. Alguien habia puesto en la Jux Box, "Mundo cruel". Nos hacia daño.
"Las tres balas plateadas que habitan en uno de los cajones de mi escritorio son para mi una obsesion. Son, cariño, el futuro que me traza nuestra feroz familia. Cual si ese destino mi padre lo hubiera marcado con una tiza blanca antes de. Y yo vi su ejemplo. Dejo la puerta de su dormitorio abierta para eso. Para mi. ¿Entiendes? Para asegurarse de que yo sabria lo que habia que hacer. Tambien hay una bala para ti, mi amor. La siguiente a la mia.
¿No es todo una locura? ¿Acaso no hemos tenido unos padres suicidas? ¿Como podiamos haber sido felices, pues? Dime!! No teniamos ninguna posibilidad. Ellos decidieron por nosotros. Lo sabes, no? Ademas, por si su guia perversa fuera poca cosa, el amor que nos hemos tenido nos ha hecho sentir culpables durante todos estos años y ha barrido nuestra juventud como una ventisca se lleva consigo las ultimas flores de otoño. Hoy es tarde ya. Tarde para todo. Para ti, para mi. No es posible el comenzar de nuevo. Y yo te voy a arrastrar en mi caida. Te voy a llevar conmigo... a los infiernos".
Bajo la cabeza. Tenia los ojos enrojecidos, brillantes como ascuas. Hurgo en el bolsillo de su chaqueta. Saco un paquete de cigarrillos rubios y encendio uno. Sus labios tan hermosos como siempre. Una boca perfecta, imposible de no besar. La blanquecina luz que daba vida a aquel bar suavizaba aun mas su delicado rostro. Lo convertia en algo mas fragil. Para mis manos, para mi pecho. El dueño, nuestro antiguo y comun amigo, se habia retirado a la trastienda. Nos habia dejado solos con nuestro pesar. Para que el corazon rasgado de Leila, y el mio tambien, no abrigaran duda alguna de como iban a rodar las cosas. Asi pues, sin nadie con el que poder ampararse, sin ninguna otra historia con la que mezclar las nuestras. Sin tiempo ya para un nuevo reinventarse. Se habian acabado los engaños.
"¿Crees que lo hare? ¿Crees que lo voy a hacer esta misma noche? Tengo miedo, sabes? Miedo de todo. Desde que abandonaste nuestra casa todo en ella me resulta hostil. Todo va contra mi. Las penumbras no me esconden: me muerden. Es como si poseyeran cuchillas de afeitar con las que me cortan cuando me repliego en ellas. Necesito puntos de apoyo, pero en casa de estas cosas no hay. Dentro de mi tampoco. Tampoco en ti. Todos me habeis dejado tirada. Abandonada enmedio del camino. Me habeis dado por irrecuperable. Mama no va a usar la tercera bala, sabes? Ella no. Por muy sola que se sienta. Por absolutamente sola que se quede, una vez nos haya perdido a nosotros dos. Ella no lo hara. Y nos va a maldecir a todos. Malditos seres del diablo que, al pretender abrazarnos, no han hecho siempre otra cosa que arañar nuestra tierna piel. Abrazo de oso".
Le dije que era tarde ya. Que la acompañaria a casa. Nego con la cabeza. Su melena rubia, muy rubia, le cubria gran parte del rostro. Habia malfumado su cigarrillo, que destripo contra el interior del cenicero de metal. Dijo que no importaba. Pero yo no iba a dejarla sola en aquellas circunstancias. Le bese la mejilla. Fue como si no hubiera hecho nada. Cual si ella no se hubiera dado cuenta. Guardo silencio unos minutos. Y yo no sabia que decir. Recuerdo que las imagenes de papa y mama inundaron mi cerebro. Quizas a ella le paso lo mismo. Escuche sus voces en el fondo de mi conciencia. Asenti con pesar: seguia siendo su esclavo. Y Leila su chica torturada con saña. "El", sobretodo "El", movia todos los hilos. No habia cambiado nada. Siendo esto asi, el pronunciado pesimismo de Leila tenia toda la razon de ser. Solo nos quedaban las balas de plata: la trampa de "El".