-Señora, es un placer el conocerla- dijo Paco que, extendiéndole la mano se retiró.
-Chao Paco- le dijo Tina. -
-Hasta luego jovencito- acotó la mamá de Tina.
Paco emprendió el camino a su casa y llegó muy feliz. Al entrar vio a su madre sentada frente a la máquina de coser, ella confeccionaba un vestido para la primera comunión de una vecinita.
-Hola mamita, ya estoy acá.
-Hola hijito.
Un beso en los cabellos canos de su madre selló el encuentro entre los dos. Paco le contó a su madre lo sucedido con Tina y con doña Julia, y de cómo pudo salir del apuro.
-Hijito, todo está bien, pero no te vayas a enfrascar en el amor, ya tienes diecisiete años y debes seguir estudiando para que seas un profesional y tu noviecita se sienta muy orgullosa de ti.
-Sí mamita, eso haré, te lo prometo.
-Y… ¿La mamá de ella ya lo sabe?
-Aún no, pero estoy seguro que Tina se lo dirá.
-Bueno hijito, te recuerdo que todas esas cosas no se deben ocultar, es mejor que los padres nos enteremos por boca de nuestros hijos y no por boca de otras personas. Si tu enamorada aún no le ha dicho nada a su mamá, entonces es tu deber hacerle ver que se lo debe decir para que su mamá sepa y vea que tienes buenas intenciones y no vaya a pensar que eres un aprovechador.
-Sí mamita, mañana le pregunto y si no le ha dicho nada entonces le pediré que lo haga.
-Tina, ese chico se ve muy bien educado y además es muy respetuoso-. Tina se sintió muy feliz al escuchar el concepto que doña Julia empezaba a tener de Paco. Era una buena oportunidad para hablarle de sus sentimientos y decirle a su madre que lo amaba y que él también la amaba.
-Además, hijita, tiene su uniforme bien limpio, planchado y se le ve muy presentable-. Tina se sentía en el cielo y con la emoción de sus casi quince años le habla a su madre:
-Mamita, Paco me gusta, es un buen chico y es estudioso, muy educado, respetuoso y…- titubeando agregó:
-Yo le gusto.
-¡Qué!
-Sí mamita, yo le gusto, le gusto pues mami, está enamorado de mí- agregó Cristina con voz de niña ingénua.
-¿Y cómo lo sabes?
-Me lo acaba de decir, se me ha declarado mami.
Doña Julia no sabía qué hacer ni qué decir, la miraba con cara adusta y le dijo:
-Bueno pues, que hable con tu papá cuando llegue.
-¿No estás molesta mamita?
-No hijita, no, pero… debes estudiar primero.
-Claro mamita, sé que debo estudiar primero y… te voy a dar un papelito con unas notas que Paco me dio.
Y le entregó la hoja con el poema.
Ni Paco ni Cristina ocultaban sus sentimientos a sus padres, era pues un amor verdadero el que ellos se sentían.
Doña Julia leyó el poema y le gustó la delicadeza con que Paco hablaba de su amor por Tina, y repitiendo en voz alta dijo:
-“Y entre ella y yo, lo más hermoso nació”. Bravo hijita, muy bonito y espero que el amor que siente por ti sea similar a su poema. Su mirada adusta cambió por una mirada maternal llena de ternura, al darse cuenta que su hija estaba enamorada.
-Sí mami- respondió Tina -te cuento que en la fiesta de su promoción me va a llevar como su pareja de baile.
-Bueno, bueno hijita… ya te dije que él debe hablar primero con tu papá.
-Ok mamita, le diré entonces que hable con mi papá.
Un mes había transcurrido ya en el que ambos jóvenes habían madurado ese su primer amor juvenil, y además era el primero para ellos. La fiesta de graduación de Paco ya se acercaba, y todo era emoción para los dos porque cada día era un descubrimiento nuevo al manifestarse su amor. Nunca iban a olvidar aquel lunes doce de noviembre de 1964. Era primavera en El Callao, el primer puerto peruano. Se habían prometido un amor eterno y nada vislumbraba lo que estaba por venir. El amor que se profesaban, realmente iba a ser eterno. Sólo veían en el horizonte de sus vidas una completa e infinita felicidad. Ya en este mes que había pasado, Paco le escribió a Tina otro poema titulado “Dedicatoria”, se lo entregó y Tina leyó:
“Con mi amor eterno, para ti Cristina,
¿Sabes ahora a quién le canto?
¿Sabes ahora a quién más quiero?
A tu nombre dulce y santo: Cristina.”
No siguió leyendo porque se emocionó al saber de todo ese amor que sólo un corazón enamorado de verdad, puede manifestar. Abrazó a Paco con mucha fuerza, como para nunca separarse de él. Paco también la abrazaba y besaba. Besaba sus cabellos, su frente, sus ojos, sus manos y… por supuesto, sus labios. Siguieron otros poemas: "Tus Manos", "Colegiala", "El Amor de la Costa", etc. Le estaba cumpliendo lo que le dijo aquella vez cuando le prometió que le iba a escribir muchos poemas, poemas que cuando Cristina los leía, se emocionaba. La madre de Paco ya sabía, por boca de Paco, de sus amores con Tina, la chiquita de hermosos ojitos negros y cabellos azabache. Los padres de Tina también sabían del noviazgo de ambos. Cuando el padre de Cristina se enteró, aceptó a regañadientes el amor que su hija sentía por Paco, pero nada pudo hacer porque recordó cuando él también enamoró a doña Julia. El tiempo le permitió ver la felicidad de su hija y conocer a Paco con quien, cada vez que se encontraban, hablaban de fútbol, de la pesca y de otras cosas que interesan a los hombres.
A los dos días siguientes, es decir el catorce de diciembre, después de verse con Paco y conversar de la fiesta y de los exámenes escolares de fin de año, Paco se fué feliz a su casa, mientras que Tina se cambió su uniforme y se puso a estudiar, pero al poco rato, como para despejar la mente, se puso a jugar dentro de la casa con su primita Rebeca y su hermanito menor de siete años y en el juego ella era perseguida por ambos y entonces, para que no la capturen, salió corriendo de la casa, no pudo detenerse en la puerta y trató de atravesar la calle, pero por desgracia del destino un carro que pasaba en ese instante, la atropelló y la lanzó a cinco metros de distancia. Se formó un tumulto de gente. Rebeca y su hermanito gritaban desesperados. Tina yacía tendida en medio de la pista y respiraba con dificultad. De sus oídos salía un hilo muy fino de sangre. Fue llevada con urgencia al hospital San Juan de Dios. Jorge, el amigo de Paco pasaba por el lugar y al ver el tumulto de gente se acercó para saber el motivo. Cuando vio que era Cristina. Corrió a la casa de Paco para darle la trágica noticia. Eran ya las siete de la noche.
Paco quedó mudo, se acababan de ver hacían dos horas escasas. Le dejó una nota a su mamá, que aún no llegaba de la fábrica y se fue en un taxi hasta el hospital encontrando a su amada en la Unidad de Cuidados Intensivos. La vio toda entubada y conectada con cables a los aparatos médicos. Se le salían las lágrimas, le tomó por las manos con infinita ternura, las besó y no pudiendo aguantar las lágrimas, le dijo:
-Tina, amor mío, no te me mueras, nos prometimos amor eterno ¿recuerdas?- No pudo contenerse más y lloró desconsoladamente. Se entregó al llanto, ese llanto de dolor que se siente cuando se sabe que el ser amado se va para formar parte de la corte celestial.
Una semana estuvo luchando Tina para responderle a Paco y decirle seguramente que ella lo amaba más que a su propia vida. Para decirle que no lo dejaría por nada del mundo. Pero sus ojitos, sus bellos ojitos negros no se abrían, sus labios no pronunciaban palabra alguna, sus manos no podían aferrarse a las de él como buscando aferrarse a la vida. Estaba en coma profundo. Era el inicio del irremediable viaje sin retorno. A la semana exacta, entregó su alma a Dios sin poder despedirse de Paco. Y no se despidió... porque cuando el amor es eterno no existe la despedida... no existe el adios... no existe el hasta luego. Cuando el amor es eterno... lo lleva uno siempre consigo... en el alma... en el recuerdo... en cada latido del corazón.
Sobre la tumba de Cristina, en la lápida de mármol que protege el cuerpo hermoso de una jovencita enamorada, carita de ángel, y cabellos de un color negro azabache, aparece grabado como epitafio un poema. Su autor es Paco. El poema es este:
AMOR ETERNO
La tarde cae ahora muy triste
reclamando tu presencia,
muy triste por tu ausencia,
muy triste… porque te fuiste.
Ahora te acompaña la soledad
y a mí me acompaña la tristeza
porque tú y tu nobleza
me han dejado en la orfandad.
Ya no tengo quién a mis poemas aclame
ni quien responda a mis sonrisas
porque mi vida está hecha trizas,
ya no habrá nadie que la reclame.
Con las manos atrás y la cabeza agachada
estuve toda la madrugada
haciéndote compañía
y rogando por tu alma Cristina mía.
Ahora, aquí en el camposanto
te entrego esta dolorosa poesía
para que sepas que te amo tanto
y nuestro amor será eterno Cristina mía.
- - - - - - - - -
F I N
La tarde cae ahora muy triste
reclamando tu presencia,
muy triste por tu ausencia,
muy triste… porque te fuiste.
Ahora te acompaña la soledad
y a mí me acompaña la tristeza
porque tú y tu nobleza
me han dejado en la orfandad.
Ya no tengo quién a mis poemas aclame
ni quien responda a mis sonrisas
porque mi vida está hecha trizas,
ya no habrá nadie que la reclame.
Con las manos atrás y la cabeza agachada
estuve toda la madrugada
haciéndote compañía
y rogando por tu alma Cristina mía.
Ahora, aquí en el camposanto
te entrego esta dolorosa poesía
para que sepas que te amo tanto
y nuestro amor será eterno Cristina mía.
- - - - - - - - -
F I N
Esta novelita está basada en parte de mi primera experiencia sentimental. No se puede uno imaginar cuánto dolor se siente cuando se destruye de improviso con la muerte, la felicidad del amor primerizo. Queda un sello de por vida y ese sello da lugar a una visión pura del amor, porque no fué un amor aventurero, fué un amor verdadero. Y este suceso me enseñó a vivir y a sentir el amor de una manera diferente. Mis inspiraciones llevan siempre dentro de sus versos, ese sello inconfundible de la pureza sentimental. Gracias a ustedes mis lectores por haberme soportado durante estos ocho capítulos. Les dejo mis saludos de siempre y mi aprecio incondicional.
Mariano Bequer.