AMOR ETERNO (CAPÍTULO III)

[Mariano Bequer]

Continuación...

Paco, como movido por un rayo, se inclinó para recoger el pañuelo y mientras lo tomaba con la mano, sus ojos vieron maravillados y muy cerca las hermosas pantorrillas de “su chiquita”, como él la había bautizado. -¡Que bellas pantorrillas tienes “mi chiquita”- pensó para sí mismo. Al levantarse, sus miradas se cruzaron y le entregó el pañuelo, que Cristina recibió hipnotizada y sólo mirándole a los ojos. De pronto Rebeca rompe el silencio de esos dos corazones que empiezan a latir el uno para el otro.
-¡Ho… hola… gracias!
-No tienes por qué dármelas- respondió Paco que, sacudiendo el polvo del pañuelo, se lo entregó a Cristina y aprovechó para acariciar las tiernas manos de “su chiquita”. Cuando Cristina sintió las manos de Paco acariciar las suyas, le dijo con voz temblorosa:
-Gra…gra…cias.
-Paco, mi nombre es Paco.
-Gracias Paco.
-¿Cómo te llamas?- dijo Paco para confirmar el nombre por boca de su misma “chiquita”.
-Cristina.
-Bonito nombre, me gusta tu nombre.- dijo Paco con satisfacción.
Rebeca, que no se quiso quedar callada, agregó:
-Se llama Cristina, pero todos le decimos Tina. Supongo que tu nombre es Francisco ¿verdad?.
-Sí… sí- respondió Paco sin dejar de mirar a “su chiquita”.
Cristina notó que Paco no dejaba de mirarla y se ruborizó, luego se sonrió para disimular. Y agregó: -Se te hace tarde Paco.
-No, no te preocupes Tina. Vamos a ser amigos, ¿verdad?.
-Sí Paco, sí- interrumpió Rebeca con cierta picardía y un mohín coqueto -¿En qué año estás?
-En quinto año, este año termino la secundaria- respondió “el calladito” -¿y ustedes?.
-Yo en tercero y Rebeca en primero de secundaria comercial- contestó Cristina con voz dulce.
La amena conversación de los tres fue interrumpida por el ruido de un tranvía que se acercaba.
-Me debo ir- dijo Cristina con tristeza.
-Chao chiquita… ¡perdón!, Chao Tina- se corrigió de inmediato Paco que también se quedaba triste.
Cuando el tranvía se detuvo, las primitas subieron entre un tumulto de pasajeros y se sentaron del lado que podían ver a Paco y se saludaron mientras el tranvía se alejaba
Paco corrió a su colegio, siendo con mucha suerte uno de los últimos alumnos en entrar porque de inmediato Tito, el portero, cerró la puerta.
En el patio, y formando fila, estaban sus amigos, Jorge al final por ser el más grande, Guillermo delante de todos por ser el más pequeño del aula y del grupo de amigos. Ya formados en el patio y agrupado todo el alumnado por cada salón de clase, parecían, con sus uniformes caki, el interior de un cuartel. De pronto por los parlantes del colegio se oyó la voz de “Pecho’e lata”, apodo con el que conocían en el colegio a Manuel Farfán, Capitán del Ejército Peruano, quien con su voz aguardentosa daba instrucciones de orden cerrado:
-¡Aaatenciooón…! ¡Firm…! ¡A la derech…! ¡A la izquier…!.
Pecho’e lata era un capitán buena persona, pero también era muy exigente y muy amigo de los alumnos del quinto año. Les exigía a sus pupilos que lleven el uniforme limpio y bien planchado, zapatos impecablemente lustrados y un comportamiento cónsono con el nombre del colegio al que había bautizado: “Dos de Mayo, el colegio más Gallo”. El colegio tuvo su “Niño Héroe”, este era Leoncio Quispe de catorce años que murió luego de salvar a dos hermanitos de morir quemados en un incendio cerca del colegio. El incendio ocurrió en junio de 1955 y aquel día Leoncio había llegado tarde al colegio, como castigo lo devolvieron a su casa y cuando se retiraba del colegio cundió la alarma de un incendio a dos cuadras. Como todo niño curioso, fue a ver el incendio y al oír el griterío de la gente de que dentro de la casita que se quemaba había dos niños, sin pensarlo dos veces lanzó sus cuadernos al suelo y se introdujo entre las llamas ante el estupor de la gente. Casi al instante salió con un niñito de cuatro años en sus brazos, se lo entregó a uno de los vecinos curiosos y rápidamente volvió a desaparecer entre las llamas, en esta segunda vez demoró mas tiempo en salir y los segundos parecían siglos. Al fin salió con la cara sucia y golpeada, sus ropas estaban humeantes y casi chamuscadas por el fuego. En sus brazos quemados por el fuego tenía a una niñita de dos años que tosía por el humo inhalado y lloraba asustada. Otra persona la recibió en sus brazos y ambos niños fueron llevados al hospital. Leoncio ya no pudo resistir pues el fuego le había quemado, además de los brazos, el cabello, la cara y los pies. Cayó al suelo semi-asfixiado por el humo que respiró y desmayado lo llevaron, con la urgencia que el caso amerita, al Hospital Carrión en donde luego de unos instantes falleció. Leoncio había salvado dos vidas sacrificando la suya. Como homenaje a este Niño Héroe, el colegio había erigido un busto con su imagen, busto que fue colocado sobre un pedestal en el Patio de Honor del colegio. Pecho’e lata lo ponía siempre como ejemplo.
En la formación, matutina y antes de entrar a los salones para las respectivas clases del día, Ernesto y Guillermo preguntaban a Paco sobre su “chiquita”, y él les respondía muy serio, pero por dentro reía de felicidad por haber acariciado las manos de Cristina, les contó a sus amigos con lujo de detalles lo que había pasado entre Cristina, su primita Rebeca y él.

-Paco es guapo, ¿verdad Rebequita?
-Si Tina, y vas a ver que mañana te estará esperando- le contestó su primita.
Ya en su casa y, después de la jornada escolar, Tina abrió la ventana que da a la calle, colocó una mesa y una silla al lado, y empezó a hacer sus tareas escolares, pero estaba pendiente de ver pasar a Paco.
Cuando Paco salió del colegio siempre le daba un rodeo para poder pasar por la casa de Tina. Ya cerca de la casa se acordó del poema que escribió, sacó el papelito de su cuaderno de literatura, lo tomó con cuidado por el doblez y al estar frente a la ventana abierta observó a Tina totalmente concentrada en sus tareas estudiantiles.
-Psssst… psssst, holaaa- dijo muy despacito.
Cristina volvió la cara y su corazoncito dio un salto de alegría al ver al “calladito” que ya no era calladito.
-Hola “callad…”, disculpa, hola Paco- se corrigió de inmediato Tina.
-Pasé de casualidad, ví tu ventana abierta y te traje esta hojita para ti, ojala te guste, Cristina- dijo Paco tímidamente.
-Dime Tina.
-Ok Tina- respondió él, al tiempo que le entregaba el papelito que Tina recibió emocionada.
-Cuidado que mi papá te vaya a ver.
-Lo saludo y le digo que tiene una hija estudiosa y muy bonita- le dijo Paco con mucha seguridad.
Cristina le sonrió al darse cuenta del piropo recibido.
-Yo pensaba que eras calladito y veo que no eres así, además eres muy gentil- respondió ella mientras le guiñaba el ojo con cierta coquetería.
Paco no esperaba esa respuesta, asintió con un movimiento de cara, juntando al mismo tiempo sus labios y mostrando alegría con sus ojos le agradeció por el piropo recibido.
-¿Quieres que venga mañana?

Continuará...

YA LOS JOVENCITOS SE HABLARON, SE TOMARON DE LAS MANOS, SE MIRARON DE CERCA. ¿PACO CUMPLIRÁ CON SU PROMESA DE IR?. ¿QUÉ LLEVARÁ PACO... UNA FLOR, UN POEMA? EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO LO SABRÁS. NO DEJES DE LEER LA CONTINUACIÓN.

[amorcielo]

Como dices el amor de juventud nunca se olvida y más si ese amor duro años y muy bien correspondidos

[Mariano Bequer]

Como dices el amor de juventud nunca se olvida y más si ese amor duro años y muy bien correspondidos

Así es amorcielo, el primer ammor siempre marca la pauta de los siguientes y se convierte en un sello imborrable. Un beso amiguita y te agradezco con el corazón por leerme. Ya subiré el siguiente capítulo. Un beso. Tu amigo,
Mariano Bequer.

[RAMITA]

Muy romántico, estoy fascinada, continúo.

[Mariano Bequer]

Muy romántico, estoy fascinada, continúo.

Los primeros sentimientos de amor son así, a veces inocentes,
a veces arriesgados y otras veces de ensueño e ilusión.
Gracias RAMITA por seguir mis letras.
Mariano Bequer.