Hola a todas y a todos !
Llevo mucho tiempo intentando plasmar lo que no llego a entender. En este texto, intento deshacerme de una extraña sensación que me acompaña hasta en mis sueños. Sólo pretendo exteriorizar mis extravagantes pensamientos, mirarme a la cara, y renacer de nuevo.
Hay cosas que tengo que repasar, errores que corregir, y una segunda parte por terminar !
Gracias por leer.
Sé que nunca leerás esta carta, por indiferencia, pereza o quizás porque en ningún momento me atreveré a mandartela o mencionarte en publicarla. Mi orgullo no lo permitirá. Nunca sabrás que fuiste el primero en besarme, en abrazarme, y en susurrarme estas palabras que esperaba desde siempre.
Nos conocimos un viernes, parecía un día cualquiera, iba tan relajada y alegre, contenta de conocer a nuevas personas, y compartir nuevos espacios. A un momento me sorprendí mirándote. Había algo que me alertó, te veía guapo y sonriente. En seguida pensé que quizás no debería dejarme llevar, porque no soy para llamarte la atención y tu nunca seras mio. Realismo o poca fe en el destino? Ambos quizás. Mis fracasos sentimentales y la indiferencia masculina hicieron de mi una alma escéptica. Pero mi fatalismo no te ha disuado en volver a verme.
Torpe, me aventuré en tu mundo, no sin miedo. Mis sentidos se despertaban poco a poco, difícilmente mientras me ahogaba en tu mirada. Mis ilusiones no tardaron en desaparecer un 14 de febrero. Mi sensibilidad te superaba, y yo te creí. Me lo creí porque sabía que mi larga hibernación amorosa congeló mis sentimientos y me llevó a los extremos. Me marché con paso firme, con cara de indignación y con deseo de venganza.
Mientras tú seguías con tus conquistas, no pude dejar de observarte fijamente, lentamente, con el corazón vacío y una media sonrisa. Fiel a la naturaleza femenina, no sabia muy bien donde me encontraba. El odio-admiración me confundía. El rechazo es cosa de perdedores, y yo no lo soy. Unos días más tarde, me escribes para saber como me iba, explicándome tal como a una niña perdida, que las cosas de la vida no son de color negro o blanco, que en este terreno precisamente no hay perdedores, que todo es cuestión de una evolución natural de como las cosas tienen que fluir. Tus explicaciones borrosas no me convencían, seguía con mi deseo de venganza que me animaba, me reforzaba, y me hacía descubrir nuevos limites a los que no me imaginaba llegar. Usaba esta misma confianza que me diste para regalar miradas seductoras e intensas. Disfrutaba verte venir interrumpir mis conversaciones, tu ego o quizás tu instinto te traicionaba y para mi, ya era una pequeña victoria.
En ningún momento negué la esencia de esta historia toxica. El deseo mueve el ser humano, y el amor calma sus pulsiones extrañas. Al menos así lo veía. Mi constitución emocional es puro reflejo de la típica confusión adolescente y de las complicaciones de la vida misma. Para tapar mi inseguridad , mi exceso de sensibilidad, mis decepciones y frustraciones sentimentales, me disfrazaba de un vestido de hielo. Aprovechaba cada oportunidad para ridiculizar los sentimientos amorosos, los gestos afectuosos, y las miradas intensas. Y no es que mentía, simplemente, no logro verme con alguien, mis miedos irracionales me encadenan, las rupturas, el abandono, el cambio repentino y el rechazo duelen, y yo no quiero ser apuñalada. Tu mascara de hierro me intimidaba, tu racionalidad calculada, tus giros lunáticos me asustaban. Me veía como presa, y a ti como el tigre listo para atacar. Mi debilidad hacía ti, variaba... Hasta el día que mi sentido racional llegó a calmar mi adicción crónica, y allí fue cuando decidí pasar pagina.
Y tal como el universo te puso en mi camino en el momento más inesperado, también decidió que volvieras hacía mi cuando ya había tirado la toalla.
La satisfacción que sentí cuando me agarraste fue enorme, indescriptible. Disfrutaba tus besos fugaces, cada caricia, cada palabra... cerré mis ojos y me deje llevar... un poco. Me hiciste sentir deseada como nadie lo hizo sentir, y yo nunca había sentido tanta atracción quizás por mi poca experiencia... El roce hace el cariño dicen, y Dios sabe que no vendo mi alma a cualquiera.
Casi nadie se enteraba de nuestras citas a escondidas siempre imprevisibles, de nuestras cenas y paseos fortuitos. Nuestros amigos nunca vieron como me abrazabas cariñosamente con esa mirada que me vuelve loca, ni cómo me aguantabas cuando pasaba por uno de mis interminables momentos críticos.
Respira hondo, respira, piensa en otra cosa, mira los arboles, el cielo estrellado, déjate llevar. ¿Cómo dejarme llevar si mi cuerpo tiembla y mis sudores fríos traicionan un incontrolable deseo de desaparecer de la face de la tierra?
Me desconecto del mundo real, pierdo mis referencias, me mareo, huyo, lloro, respiro, intento sonreír y secar mis lagrimas. Voy hacia ti, te pido perdón, o intento, aun no llego a verlo claro. Me abrazas, fuertemente. Vergüenza, mucha vergüenza sentía y sigo sintiendo cada vez que me pasa aquello. El pánico me ataba, me agotaba y yo poco a poco caía en mis dudas.
Tu carácter lunático me hizo sufrir, pero no tanto como cuando nuestros caminos volvieron a desviar. Ambicioso, aventurero y competitivo, tu maneras indescifrables y a veces egoístas me disgustaban, y aun así curiosamente, por mucho que lo negaba me importabas. Viajamos el mismo día, pero en direcciones opuestas. Pensaba que quizás jamas volvería a verte. Tu tentativa absurda de ultimo minuto me desestabilizó. Había jurado no volver a pensar en ti, en nuestro encuentro parisino, ni siquiera en esa expresión infantil que luces cada vez que me presentas a tus conocidos y parientes.
La distancia y el tiempo lo curaran todo, me decía. Y así fue, o casi. Mi nueva aventura me ofreció nuevos horizontes y un acercamiento amoroso ambiguo.
Poco a poco, todos los recuerdos se esfumaban, esta vez, intentaba vivir algo más sereno, intenso... Quisiera deshacerme de mis dudas, de esa sensación de ser manipulada. No me importaba tanto que esa nueva historia durara poco... Después de que te hayas marchado, mi corazón toleraba cada vez más los finales ambiguos y abiertos.
A la vuelta a casa, me veía cambiada, mi experiencia caribeña me sirvió de terapia, al alejarse de mi día día poco sensato, aprendí a valorar lo autentico, lo verdadero. La amistad, la solidaridad, el cariño y la complicidad. Llegué a sentir algo muy fuerte, y eso me consoló. Quería algo más sereno, y creo que tu también lo notaste. A pesar de tus tentativas, decidí no entrar en tu juego, aunque me moría por tenerte en mis brazos otra vez.
Pero lo sereno nunca llegó. Mi vida se complicaba cada vez más, el ciclo vicioso en el que me encontraba me cansó mucho. Me cansé mucho. Los primeros meses no llegaba a conectar con nadie... y luego, nadie me encontró. Mi caída era esperada, la veía venir, pero me negaba a admitirlo. Mis decepciones familiares fueron un castigo que no podía soportar. Volviste justo en el momento en el que necesitaba un bosque donde descansar. Y como siempre, no pude evitar que me pasara aquello. Mis sentidos estaban ya confundidos, intentaba ser cordial, firme y conformarme con las palabras justas. Pero no podía. Empecé bien, y luego mi cuerpo me traicionó otra vez, y no iba a ser la última.
Cronica de una historia de desamor (1)
Moderador: Moderadores