En las laderas de un pueblo cualquiera,
Siempre se encuentran los vecinos,
Y de ahí solo queda un paso para el arte de lacranear al vecino que no esta,
Pero este no es el caso, la comadreja jue por otro camino que es tan cierto como el mejor,
Dicen que…
A las orilla del pueblo se habían juantao don Casimiro y don Prudencio,
A la sombra del perejil a pitar un cigarro,
Y ahí ande que estaban nomas, comenzó la conversación,
¡Oiga don Casimiro me han contao que su hijo el ingeniero anda por allá por el París,
Y que su hija la abogada anda por Francia, que lindo han de ser esos países no!
Que suerte mi amigo tener unos hijos que trabajen en el primer mundo,
No tanto don Prudencio, si yo le contara la envidia que por usted tengo,
Si juece malvao segurito me voy al infieno, pero esta vez es sana mi amigo.
Es lino ver cuando los hijos crecen y hacen de sus vidas un memento,
Pero es mas lindo lo suyo compañero,
Aquí sobre estas tierras donde usted trabaja en caminos polvorientos,
Cada vez que llega a su rancho,
Lo espera su patrona y sus hijos todos sudorosos trotando por el mesmo suelo,
Tal vez sea dura la vida, y en mas de una ocasión se hallan acostao con mate cosido y pan duro,
Pero si los quiere, ahí están, sus hijos trajinando con sus borregos,
Y usted y la vieja suspirando cada uno de sus rezos,
En cambio mi amigo, yo con la patrona muy de vez en cuando nos llega una carta,
Cosa que ya ni me acuerdo y de los nietos ni siquiera una foto tengo,
Eso es lo triste paisano tanto sacrificio, pa’ que después se olviden de estos viejos,
Y en las navidades ya tampoco recuerdo, solo veo a la vieja que llora en silencio,
Por conocer a alguno de sus nietos,
No se preocupe don Casimira segura que ya vienen en camino,
Pero no se me ponga triste compañero,
Valla y traiga a su patrona que comeremos un cabrito y un buen vino,
Y si no falta el tiempo tal vez nos juguemos un buen partido de truco,
Y vera como su patrona también se divierte proseando por el campo con mi vieja y los nietos…
De los delirios del campo y la pobreza nos venimos a la ciudad y en circunstancia sin igual,
Aquí o allá, nos damos cuenta que de padres renegamos por los hijos, por lo que no hacen y por lo que dejan de hacer,
Pero cuando somos hijos y cambiamos el ritmo de vida nos olvidamos de donde venimos,
Y en más de una ocasión nos olvidamos de los viejos,
Ya ven que siempre andamos echando remiendos, como padres o como hijos.
Ángel negro