Los miembros del Club Imaginario

[Josep Angel]

Ahí están. Sentados en viejas sillas, agotadas de tanto soportarles, maldiciendo: ¿aún no os vais a la cama? Ahí están, tecleando como locos, sonriendo cuando observan a la pantalla y su rostro se ilumina. Bajando la mirada, ruborizados, al instante siguiente. Y nadie sabe porqué.
Una profesora de primaria, metida en provincias, al cargo de un grupo de niños desorientados, ¿destartalados dije? Rozando la treintena y volviendo a sus sueños de juventud, corriendo tras ellos como se corre una cuando se le escapa el tren. Dejando hermosas frases, reduciendo en breves textos relatos que dibujan de modo elegante quienes le rodean... o la rodearon. Pues ahí, mirando el reloj para no ir demasiado tarde a dormir, pero ilusionada en seguir leyendo a ELLA, en seguir respondiendo a ELLA, esa chica que acaba de salir Dios sabe de donde.

Ella. Una veinteañera, embalada como su prosa, que escribe cuentos como si repartiera puñetazos. Una chica especial, porqué casi siempre da. No dice de donde es, así que no os lo puedo decir, ni cual es su nombre, apenas dice "lo siento". Y pega duro a los chicos cuando escribe. No esconde su bisexualidad en los relatos oscuros, llovidos de morbo que cuelga por allí, el club de los que inventan un sub-club: el imaginario. No esconde su bisexualidad. ¿Y por qué tendría que hacerlo? Se acercan ambas chicas, se sonrien en cada post, se gustan por sus letras... siempre es así en esas cosas. Se gustan y se gustarán más. Pero hay otros miembros en ese club de la deshora, del cerebro desbaratado, tomado por la fantasía y con la bandera del mohín entristecido, plantado, cuidado, guardado, velado por todas ellas.

Está la chica mejicana, la más bella dama que bajo el sol existe para ella, la que no se sabe de donde es ni que es. Mejicana de mirada de huída, que desgrana de su interior mágico unos poemas tan arrebatados como precisos. Tan preciosos como desbocados. Y, en su juventud que tanto le duele pero que tanto le va a dar, espera a ver si lo que siente se enraiza en lo siento. Es un juego algo extraño que yo no puedo explicar muy bien porqué me faltan claves.

Y un muchacho que juega con varios rostros, que utiliza diversos acreditivos, que no sabe muy bien quien es y puede ser el que quieran ellas tres: para cada una de ellas se puede inventar un ser, el que más les guste. Está solo para disfrutar, para matar horas de pesar. Pero también para ver como da felicidad, placer nocturno, lo que sea sonará. Lo que venga, bueno será. Está y no sabe si debe estar. O por cuanto tiempo debe estar.

Seres de noche que han formado un club imaginario que parece más que otra cosa una diligencia con los caballos desbocados. Sin nadie que someta las riendas, pues todos ellos solo se observan y suben el listón de la ilusión. Van a acabar todos despeñados. Y quizás lo saben. Quizás, no les importa nada. No sé... ¿obran como adalides del pájaro espino? Eso, como fragmentos de glaciares que al fin se han descolgado y prefieren ahogarse en el mar con tal de fundirse. Pues ya está, que desaparecen cuanto más se miran a través de sus letras de desvarío.
¿Alguien más se atreve a entrar en ese club? La muerte de la conciencia está asegurada... dicen.

[Doris Cruz]

La mente es poderosa y nos lleva
a pensar tantas cosas sobre la vida.

Mi respeto a sus letras. Gracias por compartirlas.

[Josep Angel]

Ostras!! no había visto tu mensaje. Estaba seguro de que este relato no merecería atención alguna y lo había olvidado. Gracias por lo que dices chica. Es eso más o menos.
Un beso.