El poder que tenemos

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Josep Angel
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El poder que tenemos

Mensaje por Josep Angel » Jue Ene 01, 2009 20:05

Formamos parte de una sociedad donde, muchas veces sin apercibirnos de ello, nos lastramos los unos a los otros. Somos vigilantes, celadores, de quienes junto a nosotros están. Somos quienes les cortan las alas de sus ilusiones, los que ponemos las trabas necesarias a sus esperanzas para que éstas, muchas veces, caigan muertas al agua. Nos vemos introducidos, sin saber el motivo e incluso cuando sucede(en la niñez quizás?) en un ámbito competitivo cruel que toma forma a través de varios componentes: unos son prestados por el magma general que crea la propia sociedad, otros son nuestros, muy propios, muy íntimos. De todo ello resulta que vivimos en una gran cárcel con las puertas de las celdas abiertas y en las que absurdamente entramos u obligamos a entrar a los otros.
Quizás, nuestro único poder en la tierra sea ése: el de luchar ferozmente contra otros como nosotros. Y ése es el poder más añorado por los sistemas totalitarios, el que siempre han fomentado entre los habitantes de los países que ahogan: el ciudadano policía. Por lo que, crea lo que crea la vieja Europa, considere lo que considere la ilusionada Latino América con su hornada de gobiernos de izquierda(unos relativamente nuevos en sus concepciones, otros muy viejos ya: populismo puro y duro, mal gobernar), el mundo es un sistema totalitario global. Y esa perversión usa nuestras debilidades que, alquimia tenebrosa, se convierten en armas crueles hacia quienes nos rodean. La envidia hacia aquél que consideramos que hacer mejor el trabajo que nosotros realizamos, el odio hacia quién nos puede haber causado daño, la falta de bondad hacia quién necesita un apoyo en su tránsito... vamos dejando heridas, nos van dejando heridas. Todos los cuerpos humanos están repletos de ellas. Y todas son heridas provocadas por bestias humanas que se se sienten en peligro o se sienten invadidas por la ira. Lo cual, muchas veces, ¿no es lo mismo?

Nuestro poder, que en cerebros no torturados por el miedo y la angustia, podría ser un instrumento de mejora de toda la sociedad en su conjunto, es el que hace fuertes a los dictadores, el que eleva a dirigentes sin escrúpulos, el que fabrica llas argollas de nuestras propias cadenas. Nos entregamos a ser sometidos: buscamos líderes que nos conduzcan. Nos sentimos seguros bajo el paraguas de su protección, el verbo de su palabra, el despliegue de sus hombres armados por las calles. Regalamos nuestra poca libertad y la ponemos en las manos de pastores de rebaños.

Y, sabedores de tal renuncia, muchas veces pretendemos consolarnos con oraciones dedicadas a nuestras propias fallas: "en nuestro interior si somos libres", nos decimos una y muchas veces. "En mi interior nadie domina, solo yo". ¿De verdad? ¿A quién pertenece pues, nuestra alma si todos nuestros actos, movimientos, en el pasado, presente y futuro, ya se han entregado? Si vamos a movernos toda nuestra vida dentro de los límites marcados por el verdadero poder? Nuestro poder... nuestro poder no es más que quincalla barata del mercado. Cualquiera lo toma, no vale apenas nada.

Y así, con nuestro proceder cobarde, es imposible construir sociedades que se puedan mirar al espejo y no sentir vergüenza. Europa, por ejemplo, asimila un servilismo improcedente para si misma y cruel hacia otros territorios del mundo que necesitarían de su fuerza real(hoy, como ayer, Palestina) porqué tiene la conciencia turbada. Sus avances no han podido restañar las heridas de que... un hombre, una mujer, son aún muy poco por si mismos y en si mismos.
rayos sobre la mar

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