UNA MUJER
Publicado: Mar May 25, 2010 03:54
Una mujer envuelta en su sol
y la liviandad de su vestido luminoso.
Una mujer con la luz bajo sus pies
y con sus ojos como candelas
-su cabeza como flores siemprevivas-
que me asalte así, de repente,
que esté encinta de mis pesares
que grite mis sufrimientos cual si fuesen partos.
Yo espero una mujer que me enseñe el canto ese
de mis venas y el ritmo de la sangre,
venga pues a secar lágrimas una vez llovidas de mi corazón
y me diga que soy bendito
sólo por ser quien soy
y bendito es el fruto de ser tan sólo humano.
Una mujer que enjugue mis espinas, mis manos, mis clavos,
me dé algo de agua que aclare la garganta
lave mis pies de caminos desparejos y peregrinos
y con sus ojos como candelas misericordiosas
ahora y en la hora de cada dolor de mi alma
yacidos como clavel del aire de mis huellas,
me alivie con su mirada,
me diga que estoy vivo y bello
como polvo maravilloso de esta tierra,
aunque signifique no saber cuándo acabará esta agonía.
Una mujer envuelta en su sol
que me devuelva a la luz llena de gracia,
me abrace como a un refugiado, desesperadamente,
y después de esta pesadilla: amanecer.
Todo ya es demasiado: el tiempo es un enorme abismo.
Demasiado para un solo hombre con una gota de amor,
una cordura, un solo corazón.
Una mujer que golpee esa puerta conmigo,
lea mi contraseña por mi largo camino
y en su nombre entrar por la puerta de su casa,
que es la casa de todos
ahora y en la hora de la luz infinita
que me diga una sonrisa sobre mi cuerpo y entonces,
sabré que así será.
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y la liviandad de su vestido luminoso.
Una mujer con la luz bajo sus pies
y con sus ojos como candelas
-su cabeza como flores siemprevivas-
que me asalte así, de repente,
que esté encinta de mis pesares
que grite mis sufrimientos cual si fuesen partos.
Yo espero una mujer que me enseñe el canto ese
de mis venas y el ritmo de la sangre,
venga pues a secar lágrimas una vez llovidas de mi corazón
y me diga que soy bendito
sólo por ser quien soy
y bendito es el fruto de ser tan sólo humano.
Una mujer que enjugue mis espinas, mis manos, mis clavos,
me dé algo de agua que aclare la garganta
lave mis pies de caminos desparejos y peregrinos
y con sus ojos como candelas misericordiosas
ahora y en la hora de cada dolor de mi alma
yacidos como clavel del aire de mis huellas,
me alivie con su mirada,
me diga que estoy vivo y bello
como polvo maravilloso de esta tierra,
aunque signifique no saber cuándo acabará esta agonía.
Una mujer envuelta en su sol
que me devuelva a la luz llena de gracia,
me abrace como a un refugiado, desesperadamente,
y después de esta pesadilla: amanecer.
Todo ya es demasiado: el tiempo es un enorme abismo.
Demasiado para un solo hombre con una gota de amor,
una cordura, un solo corazón.
Una mujer que golpee esa puerta conmigo,
lea mi contraseña por mi largo camino
y en su nombre entrar por la puerta de su casa,
que es la casa de todos
ahora y en la hora de la luz infinita
que me diga una sonrisa sobre mi cuerpo y entonces,
sabré que así será.
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