Está dando mucho juego
la cena y fiesta de gala,
pero el tufillo que exhala
no es a romero y espliego.
Tendría yo que estar muy ciego
para no considerar
que ese quererme llevar
casi todas de pareja
es enredar la madeja
y dejarme sin cenar.
Esther me va a derretir,
lucirá un bello tocado
y yo quedaré “tocado”
incapaz de resistir.
Ella se quiere lucir
con los valses en la pista,
y agotarme. Si es muy lista…
Pero no habla de cenar;
solo pretende bailar
y usarme como taxista.
Ana dice que fui yo
quien la llamó para ir,
y que se quiere lucir
a mi costa, ¡cómo no!
Las galas que se compró
la harán estar deslumbrante,
yo a su lado, mendicante
suspirando por la cena;
mas de mi hambre no se apena.
Solo quiere estar brillante.
A Solina le molesta
que hable con Ana y Esther,
y es que le cuesta entender
que se trata de una fiesta.
Yo no hago ninguna apuesta
y por nadie me defino;
en este lance me inclino
por la mesa, bien surtida
por finas manos servida
y regada con buen vino.
Madrigal