Al contemplar Adán la noche oscura
cuando el cielo era vírgen y desnudo
prendado por el pasmo, quedó mudo
del milagro que escapa a la cordura.
Lo remató la luna con su albura
y el cinturón de estrellas por escudo.
Y la mano de Dios deshizo el nudo
llegando el día pleno de hermosura.
Al verse entre el salitre cual fantoche
pensó que el tiempo dura la alborada
y en lo más hondo se escuchó un reproche.
Respondió luego el alma sosegada:
"Si te fascina el velo de la noche
no te engañe la luz de la mirada".
Rybka.