un reguero de espinas me acompaña,
y un sol frío de angustias llena el plato
que al morderme tu lengua se derrama.
Ya me bebí tu mar, soy solo escombro,
las huellas de tus pies dejé en mi playa
y forjé de ilusión esta muralla
de charquitos con agua, limo y lodo.
¿Qué te puedo ofrecer para olvidarte?;
te conservo sembrada en mi memoria,
y un río de dolor que ausente riega
la luz que me condena a contemplarte.
Estoy viviendo en mí y en mí me esconde
la marea fatal que a mí me anega.