Dolor, el duelo, la aflicción
Publicado: Lun Ene 24, 2011 00:14
Quiero, aunque no más sea por un minuto,
Tenerte;
Porque hace tiempo que pienso,
Y no logro amanecer sin sentir en mis yemas,
La profundidad de tu tristeza.
Hace mucho lo deseo,
Como cual pájaro en pleno vuelo,
Llegar a aquel hogar,
Cauto del puntual invierno,
Para gozar del calor de la verdad,
Y de aquel seno maternal,
Que hace parecer mis días eternos.
Si tan solo pudiese mitigar, aunque más no sea,
Y por más corta que parezca,
Por las escasas horas de vida de aquella tierna mariposa altanera,
Midiendo en cada aleteo, su firme vuelo;
Y en cada flor, una tristeza menos olvidada al giro eterno del Leteo.
Olvidar mis días trastornados,
Mis inquietudes de adolescente que acudía a tus brazos,
Como héroe olvidado,
Calido y expectante,
A la franquicia mezquina de tu bondad,
Y así hacerme recordar, que algo de ti,
Surco sobre mí, después de aquel río despiadado.
Plenitud.
Oh, graciosa plenitud,
Donde se encuentra tu gracia a la hora del sollozo matinal,
Oh, cuerpo mío,
No me eches al olvido, ¡son solo unas monedas nada más!,
No me dejes por aquel mejor postor, que hace de sus míseras monedas,
Un caudal de frenético pseudo labrador,
De sueños sin atenuantes,
Ni de ojos para el lector…
Sin calma mis atavíos hacen mella de mi aflicción.
Solo él sabe de mi duelo,
Solo él sabe de éste ardor.
Mira, si ya no quieres… Pues ya no leas,
Me da lo mismo querido lector,
Mi alma herida de muerte,
Sanciona tú vista con mi dolor,
¡Quéjate!, ¡Anda, quéjate!, así será mejor,
Al fin y al cabo, tú no me entiendes,
Que mis líneas de carcelario no saben pedir perdón.
Tenerte;
Porque hace tiempo que pienso,
Y no logro amanecer sin sentir en mis yemas,
La profundidad de tu tristeza.
Hace mucho lo deseo,
Como cual pájaro en pleno vuelo,
Llegar a aquel hogar,
Cauto del puntual invierno,
Para gozar del calor de la verdad,
Y de aquel seno maternal,
Que hace parecer mis días eternos.
Si tan solo pudiese mitigar, aunque más no sea,
Y por más corta que parezca,
Por las escasas horas de vida de aquella tierna mariposa altanera,
Midiendo en cada aleteo, su firme vuelo;
Y en cada flor, una tristeza menos olvidada al giro eterno del Leteo.
Olvidar mis días trastornados,
Mis inquietudes de adolescente que acudía a tus brazos,
Como héroe olvidado,
Calido y expectante,
A la franquicia mezquina de tu bondad,
Y así hacerme recordar, que algo de ti,
Surco sobre mí, después de aquel río despiadado.
Plenitud.
Oh, graciosa plenitud,
Donde se encuentra tu gracia a la hora del sollozo matinal,
Oh, cuerpo mío,
No me eches al olvido, ¡son solo unas monedas nada más!,
No me dejes por aquel mejor postor, que hace de sus míseras monedas,
Un caudal de frenético pseudo labrador,
De sueños sin atenuantes,
Ni de ojos para el lector…
Sin calma mis atavíos hacen mella de mi aflicción.
Solo él sabe de mi duelo,
Solo él sabe de éste ardor.
Mira, si ya no quieres… Pues ya no leas,
Me da lo mismo querido lector,
Mi alma herida de muerte,
Sanciona tú vista con mi dolor,
¡Quéjate!, ¡Anda, quéjate!, así será mejor,
Al fin y al cabo, tú no me entiendes,
Que mis líneas de carcelario no saben pedir perdón.