Arrepentios los quiere Dios. Capítulos III y IV

Inspiraciones, cartas, cuentos, narrativas, reflexiones y escritos de su autoría.

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Febarsal
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Arrepentios los quiere Dios. Capítulos III y IV

Mensaje por Febarsal » Vie Abr 03, 2015 09:49

AVISO: estos capítulos contienen relatos escatológicos, pero tratados con la mayor sensibilidad que se puede pedir en este tipo de aberración sexual. Y responden a ciertas personas de avanzada edad que necesitan sentir este tipo de prácticas sexuales, ya que el sexo a ciertas edades,algunos hombres han de recurrir a las mismas para excitarse.

Capítulo 3

No tenía experiencia, pero me dijo doña Patrocinio que fuera yo misma, tan natural como siempre, que mi cuerpo era la mejor tarjeta de presentación. Sólo me hizo una recomendación:
-Se dulce y comprensiva con aquellos que requieran tus servicios, y proporcionales ese rato que sus esposas no saben darles. Y ten en cuenta, que son personas muy respetables, de alto nivel profesional, político e intelectual, casados pero aburridos.
Era cierto, y eso me reconfortaba. En el poco tiempo que llevaba en "la Casa", todo el proceso se producía de una forma muy especial; se respiraba en el ambiente paz y tranquilidad, y "las señoritas" nunca tuvieron un percance ni una mala nota por parte de los señores que les requerían.
-Y no te preocupes, que los primeros días estaré pendiente de ti para que no encuentres dificultades.

Mi primer cliente

Fue un marqués, de unos cincuenta años. Debo decir, que, doña Patrocinio de momento no me sacaba al salón con todas "las niñas" para lucirme ante los clientes.
Dijo, que un bombón como yo sólo podía ser "degustado" por los muy especiales; y me retuvo en sus aposentos privados al que únicamente tenían acceso muy poquitas personas.
La señorita recepcionista anunció la llegada de don Servando, Marqués de Flores del Campo, a quien hizo pasar inmediatamente; era uno de los clientes VIP. Después de los besos de rigor, el señor Marqués que ya me había hecho "el escaner", dijo:
-Usted como siempre Patrocinio, tan hermosa y elegante.
-Su excelencia que me ve con buenos ojos. Pero los años pasan.
-Para usted no, se lo dice uno que le conoce desde hace muchos años.
–¿Y esta señorita tan preciosa? Dijo dirigiendo su mirada hacia mí.
-Algo especial, reservada para los asiduos de su categoría.
La mirada del señor Marqués era limpia y clara, quizás vi algo de tristeza en la misma. Era un hombre de porte distinguido; alto y muy bien conservado para su edad. Le sirvieron una copa de coñac que degustó con deleite durante unos minutos, sin duda era un sibarita, por lo que mentalmente me preparé para satisfacer plenamente sus deseos.
-Manolita, disponte, que el señor Marqués quiere estar contigo, dice que se ha enamorado de ti fulminantemente.
Me sentía muy segura y serena, cosa que me extrañó para ser la primera vez que fornicaba por dinero; y esto me dio ánimos para afrontar mi primer encuentro. Y lo mejor: el señor Marqués no me producía ningún tipo de aversión. Todo lo contrario, su aroma a limpio me agradaba. Por lo que me dispuse a enfrentarme a mi primer gran reto.
Me tomó del brazo y me llevó a la suite reservada para estos clientes. Estancia que conocía bastante bien, pues había quitado muchas sábanas y toallas mojadas.
Me sentí como una diosa al saber que ahora iba a ser yo la que dejara las secuelas de mi actividad, ya que ese tiempo sería de oro; porque me dijo doña Patrocinio que las propinas que dejaba don Servando eran muy generosas, y yo estaba dispuesta a ganármelas con creces.
-¿Sabes niña que de verdad me he enamorado de ti? Pareces más ángel que meretriz. Me dijo con los ojillos fulgurantes por deseo.
-Gracias don Servando, pero soy lo que soy por los avatares que de la vida. Le dije poniendo carita de serafín.
Me tomó ahora por los hombros con ambas manos y me dijo que le viera cómo a un esposo. Que su señora no quería o sabía satisfacer sus deseos, y que soñaba con una esposa amante y abierta a todos sus pretensiones sexuales. Y así empezamos la comedia.
-Cariño, hoy he tenido un día agotador; la finca de los Jarales no me da más que problemas y disgustos, menos mal que te tengo a ti, que eres el bálsamo de mis penas, y el remedio de mis angustias. Y cuándo llego a casa me haces olvidar todo lo malo del día
-Sí, esposo mío, sabes que tu mujercita siempre será tu sostén.
-¡Hablando de sostenes! ¿Y este tan erótico que llevas puesto? ¡Coño! Pero si parece que te hacen las tetas más hermosas.
-Pero cariño. ¿No te acuerdas? Le dije a la vez que me quitaba la falda. Si este conjunto me lo regalaste porque decías que me lo imaginabas puesto, y te excitaba.
No podía creer que fuera capaz de interpretar el papel de esposa; pero al ver el brillo en los ojos del Marqués, supe que lo estaba haciendo muy bien, porque se estimulaba por momentos.
-¡Pero que ofuscado estoy, cariño! Disculpa mi despiste.
-¡Y yo qué me lo había puesto por ti, y sólo para ti! Le dije poniendo cara de enfado.
-No te enfades conmigo mi amor, sabes de sobra que lo eres todo para mí. Deja que te lo quite yo, quitarte el sostén y bajarte las braguitas es una de las emociones más grandes que siento.
-Si esposo mío; bájame las braguitas de la forma que sólo tú sabes hacerlo.
-¡Pero es que alguien más te las ha bajado! Exclamó un tanto airado.
Había metido la patita con ese: "cómo sólo tú sabes hacerlo", y temía lo peor, el desencanto del Marqués. Pero supe reaccionar muy bien. Y le dije llorando:
-Me ofendes esposo mío. Sabes de sobra que nadie me ha bajado las bragas. Lo que pasa, que doy por hecho, que no hay en el mundo un "bajador de bragas" mejor que tú
-¡Perdona, perdona, cariño! Pero que burro soy.
-Te perdono, pero no vuelvas nunca más a desconfiar de mí.
Me situó boca abajo, y me temía algo raro. ¡Pero no! Sentí su aliento en mi espalda, y con sus dientes asía la braga.
¿Me las querrá bajar con la boca? Pensé para mí.
Y así fue, aunque ardua la tarea, ya que bajar unas bragas con los dientes no es nada fácil, se notaba su destreza en tan complicada acción. Ya me las tenía justamente debajo de los glúteos.
-¡Qué hermoso culo tienes, cariño! Dijo con voz trémula por la emoción.
Me abrió la rajita con los dedos pulgares de ambas manos, y me temía lo peor: que me la metiera "por ahí"; cosa que nunca nadie había hecho, por lo que me dispuse a aguantar el dolor que dicen que da la primera vez. Pero al ver que "la tenía floja", supe que no podría.
Lo que metió fue otra cosa. Notaba como mi ano se mojaba con las viscosidades de su lengua; en mi vida había experimentado algo similar, era relajante y gratificante. Pero cuando me dijo:
-Cariño, cuando tengas ganas de hacer caquita me avisas.
-¡Pero leche! ¿Qué querrá este guarro, que le defeque? Pensé para mis adentros. Y le dije:
-Cariño... es qué no tengo ganitas.
-¡Uy uy yu yuy! Pues aquel vestido tan caro y que tanto te gusta, y que te prometí regalar si te portabas bien... No sé... no sé... si te lo podré comprar.
-Jolín! Por un vestido, me ensucio en el Marqués y en toda su familia.
-Espera, cariño... que ya puedo, ya puedo.
Apreté con todas mis fuerzas, que unido a la lubricación de mi ano con su boca, de repente me vinieron las ganas. ¡Milagros de la mente! Lo malo que voy estreñida y suelo evacuar como dicen en mi pueblo: mojones.
Me situé en cuclillas, justamente encima de su boca, y volví a pegar otro empujón.
-¡Ya asoma... ya asoma...! Dijo con una alegría desbordada,
Como es imposible ensuciar sin orinar, la misma fuerza lo provoca, al igual que el relámpago anuncia al trueno, evacué por ambas vías en su boca para toda su satisfacción. Me relamió toda la zona hasta dejarla más limpia que la patena; y lo hizo con tanto ardor, que masturbándose, eyaculó entre espasmos y gemidos. Y eso fue todo. No hubo más.
La propina que me dio fue tan generosa, que cuando abrí una cartilla de ahorros con esa suma, el empleado de banca, me miró como diciendo:
"¿De dónde coño habrá sacado esta tía tamaña cantidad de dinero? Si es más de lo que yo gano en un mes."
Y no iba mal encaminado en sus apreciaciones, sobre todo de donde lo había sacado.

Capítulo 4

Obviamente no voy a relatar todos los servicios que hice en mi vida. Me voy a limitar a contar aquellos que fueron extraordinarios y que demuestran hasta donde puede llegar la mente humana en el terreno de la sexualidad. Y la doble moral de los que predicaban ser los prototipos de los valores del espíritu en aquella sociedad machista.
Otro día me dijo doña Patrocinio:
-Mañana va a venir a conocerte, pues le han hablado muy bien de ti, una personalidad muy relevante; es la mano dura del Gobierno, y que gracias a él, "esta Casa" es consentida y admitida por el Régimen. Debes acceder a todos sus caprichos.
-No me asuste, ¿no será un sádico, verdad? ¡Si es la mano dura del gobierno!....
-Tranquila niña, tranquila, que si le caes bien, te puede elevar a las cotas más altas de esta sociedad.
-¿No me pegará, verdad?
-No te asustes. Yo te diré lo que tienes que hacer para que el señor Ministro quede muy contento.
Según me contaba no salía de mi asombro, pero la idea me seducía. Esta vez no iba a hacer de esposa, iba a ser la niñera del señor Ministro, su tata.
Llegó sobre las siete de la tarde, camuflado detrás de unas gafas obscuras y un sombrero de ala muy ancha.
Pasó directamente a los aposentos privados a través de un pasillo que sorteaba el salón principal donde concurrían los demás clientes.
Era un hombre de unos 40 ó 45 años, alto, de facciones y gesto muy duro; me recordaba a ese actor americano, Boris Karloff. No me extrañaba nada al ver su faz que fuera la mano siniestra de este gobierno totalitario. Y lo que se decía de él fuera cierto: que a los disidentes que caían en sus garras, nunca más se sabía de ellos.
Le llevó al vestidor anexo al dormitorio, y a los poco minutos lo trajo disfrazado de marinerito, con sus pantaloncitos cortos y tirantes, su camisita blanca y un gorrito con su lacito azul a un lado. Doña Patrocinio empezó la farsa.
-Te he dicho mil veces Ginesito, que no vengas a casa más tarde de las ocho. Y a renglón seguido le sacudió una bofetada que tembló la lámpara del techo, (y a mí, las piernas).
-No me pegues mamá, no me pegues, la culpa la tiene Luisito, que me ha entretenido en su casa jugando a los soldaditos de plomo.
-¡Qué sea la última vez que te retrasas!
-Sí, mamá.
-Y ahora ve con la tata nueva que he contratado, para que te lave y te de la cena.
-¡Uy que tata más guapa mamá me has traído! Gracias mami, gracias... Muak...muak...
Miraba la escena alucinada y no daba crédito. "El terror" de aquella sociedad convertido en un indefenso y espantadizo niño que se sometía a los mandatos de su madre y servidumbre.
Aprendía a pasos agigantados las técnicas de los que procuraban hacer ciudadanos perfectos y temerosos de Dios. Tampoco podía dar crédito que esa piltrafa de persona pudiera traer en jaque a la oposición clandestina del Régimen; y que le temieran más que a un nublado.
Me hizo una seña doña Patrocinio para indicarme como tenía que actuar. Entramos en la habitación reservada y preparada para el evento.
-¡Tata, tatita...! ¿Esta noche que cuento me vas a contar para que me duerma?
-Si te comes toda la cena el de Caperucita.
-No, no, que ese ya me lo sé de memoria. Cuéntame el de los tres cerditos y el lobo ¿vale?
-¡Vale! Pero antes tienes que hacer un pis, darte un baño para que mi niño duerma bien, y sueñe con los angelitos.
Desnudé a Ginesito como pude, ya que aquellas ropas de niño le estaban muy estrechas, y quedé maravillada al quitarle los pantaloncitos; "aquello" no era normal, era más propio de un jumento. Le metí en la bañera y me senté en una banqueta sin bragas. (Tal como me recomendó dona Patrocinio)
-Mira cómo se me ha puesto la colita... Tata.
-Eres un niño malo, a los niños buenos no se les pone así la colita.
-Es que te estoy viendo el chichi, tata...¡Anda..! Pero si tienes más pelitos que mi otra tata... ¡Qué bien! Cuando me laves, te voy a meter la colita por ahí. ¿Verdad tata que me vas a dejar?
-Te dejaré si me prometes que después de cenar te vas a quedar dormidito.
-Sí, tata, sí, te lo prometo. Ahora sécame y llévame a la camita; que después que te meta la colita, me vas a contar el cuento, y me vas a cantar una nana.
-Te lo prometo.
Me tumbé en la cama bien abierta de piernas; deseaba que esta situación acabara lo antes posible, porque me superaba. Pero tenía que seguir el juego, ya que la supervivencia de la Casa dependía de "este monstruo". Una orden suya y nos cerraban el local en 24 horas.
-Tata, yo quiero que me hagas lo que me hacía la otra tata.
-¿Y qué te hacía la otra Tata?
-¡Me la chupaba..! ¡Me la chupaba..!
-No te preocupes mi niño, verás como tu nueva tata te la va chupar mejor.
-¡Uy...uy...uy...tata! Es verdad... la chupas mejor.
Le pegaba unos lametones deseando que eyaculara lo antes posible para acabar con esta farsa; pero tenía que satisfacer sus caprichos hasta los más mínimos detalles. Estaba bien avisada y aleccionada por doña Patrocinio.
-Tata... tata.. ¿Me vas a poner hoy el supositorio? Me dijo mientras se la chupaba.
-¡Claro mi niño! Para que hagas bien caquita. Anda, date la vuelta y enséñale el culito a tu tata.
Me unté el dedo índice de mi mano derecha bien de vaselina y se lo metí hasta la última falange, girando el dedo sin cesar como un carrusel por aquel negro agujero.
-¡Qué bien pones los supositorios tata...! ¡Ay...ay...ay...! ya me vienen las ganas de hacer caquita.
Saqué el dedo de aquel orificio ennegrecido, y nada más sacarlo, expelió dos ventosidades que me echaron para atrás. ¡La madre que le parió! Aquello no eran "los vientos" de una persona, eran más propios de una caballería.
-¡Qué me hago caca! ¡Qué me hago caca..!
Le puse en la taza, y se tiró otros dos flatulencias de los mismos decibelios que las primeras, y que anunciaban "una cagada" de vaca.
-Tata... límpiame el culo...
No sé como pude soportarlo, pero por doña Patrocinio haría lo que fuera. Lo puso en pompa, bien pringado "de marrón", y con aquel papel higiénico marca Elefante, cerrando los ojos le limpié con bastante asco el tafanario.
-¡Venga tata! Ahora te voy a meter la colita, y te juro que después me duermo. Pero antes llama a mamá, y juguemos al cocherito leré.
Doña Patrocinio que ya se sabía "la película" entró en ese momento, y me sentí algo aliviada, tenía bastante tensión acumulada.
-¿Quiere mi niño jugar? ¡Venga, juguemos! Pero luego a dormir.
-Sí, mamá.
Nos cogimos los tres por las manos y haciendo un circulo, jugamos al cocherito leré.
Se fue doña Patrocinio a la vez que me guiñaba un ojo para indicarme que le llevara a la cama y que me follara. Era la escena final del juego. Y que lo estaba haciendo muy bien, ya que la cara del señor Ministro denotaba satisfacción por todas partes.
Le llevé a la cama...
-Tata... tata... ¡tero teta... tero teta..!
Me saqué "las dos", a la vez que le decía: ahora mi niño va a tomar su biberón, y luego a dormir.
Mamaba de "mis pedúnculos" de una forma desesperada; miré a su entrepierna y "aquello" parecía que iba a reventar; me recordaba a un obús que durante la guerra cayó en mi pueblo sin explotar.
-Y ahora mi nene, me va a meter su colita, y luego a dormir.
-Sí, tata, sí.
Me abrí bien de piernas, y sentí cierto temor, "el aparato" era demasiado gordo, pero entró...¡Vaya que si entró! Hasta las mismísimas bolas.
-¡Ay Tata...! qué rico está... qué rico, lo tienes más estrechito y calentito que la otra tata... ¡Qué rico.. Qué rico...!
No dio lugar a un tercer ¡qué rico! Pegó tres empujones que casi me incrusta con el cabecero de la cama. Y allí se quedó dormido, (o haciéndose el dormido) cómo había prometido.
A los quince días, recibía el regalo un coche marca Citroën. Matriculado y asegurado a mi nombre, con una nota que decía:
"A la Tata más buena y bonita del mundo".
Me había consolidado como la meretriz más cara de Madrid, cuyos favores sólo estaban al alcance de muy pocos, ya que mis tarifas eran prohibitivas para la mayoría de los clientes habituales.
Mis servicios eran contratados y negociados de antemano por doña Patrocinio; y con una lista de espera de más de un mes. Ella se quedaba con un 50 por ciento de lo contratado, ya que se encargaba de mi alojamiento en la mejor suite de la casa para mi sola, y de la manutención.
Había meses que ganaba tanto dinero, que no sabía que hacer. Mi libreta crecía como la espuma, tanto, que el director del banco me hacia reverencias cuando iba a depositar mis ahorros. Por todo esto, una servidora, nunca se exhibió a la voz de:

Niñas: al salón

Era materia reservada sólo para sibaritas del placer con grandes fortunas. Y se cantaban coplas en mi honor. Una de ellas decía.

¡Qué tendrá la Manolita,
que tan alto se ha de vender!
Será porque es bonita
O porque sabe muy bien joder.

Mi fama era tal, que mi nombre corría de boca en boca de todos los millonarios en los mentideros del País. Venir a la capital, y acostarse con Manolita, era como presumir de alojarse en el "Hotel Ritz". ¡Pero claro! no todos podían presumir de hospedarse en el "Ritz."
Otro buen día que nunca olvidaré, me dijo doña Patrocinio:
-Manolita, el gobernador de una de las provincias más prósperas e importantes, me ha pedido de tus servicios; por lo que mañana después de comer has de satisfacer todos sus caprichos, ya que me ha prometido que nos autorizaría montar el mejor burdel en su demarcación que podrías regir tú. ¿Te imaginas el futuro tan prometedor que te espera?
-Lo que usted diga, ya sabe que para mí, es como una madre.
-Lo sé, lo sé. Y tú, para mí, como una hija.
Sobre las cuatro de la tarde se presentó en la casa el señor Gobernador; venía colorado como un tomate, evidentemente por los efectos de la comida y bebida que acaba de engullir. Al verme, sólo le faltó ponerse de rodillas para adorarme. Dijo:
-Patrocinio, me dijiste que Manolita era un ángel, pero me engañaste.
Quedamos un poco sobrecogidas y temerosas de que el señor Gobernador no me aprobara para el juego que teníamos montado en su honor.
-Es más que un ángel, es una virgen. ¿De qué cielo le has traído?
Suspiramos de alivio. Pero yo quedé estupefacta. El señor gobernador era el alcalde de mi pueblo; el más "hijo de puta" de todos los hombres del mundo. Y que precisamente debido a esas "cualidades humanas" de las que hacía gala, el Régimen le había ascendido de alcalde a gobernador de aquella provincia.
Aunque había pasado sólo un año de mi expulsión del pueblo, era imposible que me reconociera, porque la imagen que tendría de mí, sería la de una andrajosa; y lo que estaba viendo era una virgen. (Según sus propias palabras)
-¿Sabe la niña lo que quiero? Dijo el Gobernador a Patrocinio.
-Sí Excelencia, la niña sabe como satisfacer sus deseos perfectamente.
¡Claro que yo sabía lo que quería el Gobernador! Me lo había puesto en antecedentes doña Patrocinio. Lo que ignoraba era que yo le conocía.
Todo estaba preparado. La habitación a medio oscuras: con el arnés de látex puro de veinticinco centímetros de largo y quince de envergadura instalados en mi cintura, y con el látigo en ristre.
Su excelencia era masoquista, y sólo se sometía a esas sesiones en "esta Casa", porque le constaba que la discreción era absoluta. Juré que iba a disfrutar de lo lindo; la paliza que iba a recibir sería inolvidable.
Al verme con el "gran pene" bien empalmado en mi cintura, noté como se estremecía de la emoción, sus ojos echaban chispas; sin más dilación, se puso de cuatro patas en la cama, y a la vez que me ofrecía su culo, decía con la boca babeante:
-¡Vamos... vamos..! destrózamelo con esa polla tan divina que tienes.
Me puse en posición y sentí un profundo asco. De aquella especie de caverna, salía un tufo que echaba para atrás; pero el placer que sentía de poder manejarle igual que a un pelele, me sobreponía a todas las inmundicias que me iban a sobrevenir. Iba a vengarme por ser el máximo responsable de mi salida del pueblo de aquella forma tan humillante.
-¡Vamos... vamos...! ¿A qué esperas? ¡Dame de una puta vez!
-Tranquilo su excelencia, tranquilo, que va a gozar como nunca ha gozado en su vida.
Dirigí la punta del arnés hacia su ano; tenía cuatro hemorroides que obturaban la entrada. Al intuir su proximidad hizo esfuerzos como cuando se defeca, y ante mí, se abrió un ojete rojo que daba pavor mirarlo.
Apunté bien, cerré los ojos, corté la respiración; y pegué un empujón hacia dentro que entró hasta el fondo, (con almorranas y todo) El muy cabrón se retorcía de placer.
-¡Dame... dame... dame más fuerte..! ¡Qué bien me follas...! ¡Ahhhh...!
De súbito se estremeció, y cayó sobre la cama como un fardo. Me asusté al ver como se doblaba. Aquello no era placer, era dolor, los signos y los gestos eran inequívocos. Perdió el color sonrosado, su tez quedó blanca como la leche, y los labios se le empezaban a poner morados. A poco más de un minuto quedó inerte encima de la cama.
Salí corriendo en busca de doña Patrocinio. ¡Menos mal que estaba al tanto! Y entró rápido a la habitación. Supo al instante que había muerto de un infarto de miocardio.
-No toques nada, niña, absolutamente nada, pero quítate ese aparato de la cintura enseguida, y esconde esos artilugios.
Dos escoltas que esperaban en la sala de visitas, fueron informados en el acto del acontecimiento. Uno de ellos marcó un número de teléfono, y a los 25 minutos se presentó un doctor que certificó la defunción por infarto. Afortunadamente para nosotras, su cuerpo no presentaba ningún signo de violencia. Si se hubiera producido el óbito diez minutos más tarde, le hubieran encontrado con la espalda desollada a latigazos. Me miró doña Patrocinio, y las dos dimos un suspiro de alivio.
No sé como se las arreglaron, pero al día siguiente salió una nota escueta en la prensa que decía:
Su Excelencia el gobernador, ha fallecido de una parada cardiaca, mientras dirigía una reunión de trabajo en la sede del Ministerio de la Gobernación.

El Director General de la Policía Nacional, gran amigo de la Casa, y cliente, pero también de los que follaban gratis para agradecerle sus silencios y miradas hacía otros lados, tuvo muy claro porque conocía muy bien a doña Patrocinio, que aquel percance jamás saldría a la luz pública por sus labios y los de "sus niñas".

Continuará

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Re: Arrepentios los quiere Dios. Capítulos III y IV

Mensaje por Doral. » Vie Abr 03, 2015 16:58

Esperaba estos capítulos, me los imprimo todo para disfrutarlo,
ya lo comentaré en su momento.

Saludos Fer...

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Re: Arrepentios los quiere Dios. Capítulos III y IV

Mensaje por Febarsal » Sab Abr 04, 2015 09:34

Gracias Doral por leer mi novela. Al final te darás cuenta, que, es una novela más "rosa" que porno, ya que el arrepentimiento de los protagonistas, (pecadores mórbidos) es tan sincero, que si es verdad que en el Cielo habrá más fiesta por un arrepentido que por cien justos, la fiesta por la llegada de Manolita será con bombo y platillo. Y si te gusta, te la puedo mandar íntegra por pdf a tu correo, una vez que la hayas leído por aquí.
Saludos afectuosos.

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Re: Arrepentios los quiere Dios. Capítulos III y IV

Mensaje por Doral. » Mié Abr 08, 2015 16:33

Febarsal escribió:Gracias Doral por leer mi novela. Al final te darás cuenta, que, es una novela más "rosa" que porno, ya que el arrepentimiento de los protagonistas, (pecadores mórbidos) es tan sincero, que si es verdad que en el Cielo habrá más fiesta por un arrepentido que por cien justos, la fiesta por la llegada de Manolita será con bombo y platillo. Y si te gusta, te la puedo mandar íntegra por pdf a tu correo, una vez que la hayas leído por aquí.
Saludos afectuosos.
Gracias Fer por tu amable deferencia y por supuesto que sí, me gustaría tener tu novela completa, me encanta leer, es muy relajante y más cuando el mensaje del escrito lleva implícita la doble visión del que sabe escribir metafóricamente o... como en tu caso, le vas poniendo en cada capítulo su pimienta y cremita a los tacos como decimos acá en el norte de México, jajaja.

Muchas gracias de todo corazón por tu amabilidad amigo poeta.
mi dirección electrónica que registré para la firma Shoshan es: magniifica_natural@hotmail.com

Cariños,
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