Recordando a mi primer amor. Primera parte (I y II)

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Febarsal
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Recordando a mi primer amor. Primera parte (I y II)

Mensaje por Febarsal » Dom Mar 22, 2015 06:46

Novela en prosa rimada y en verso
Consta de XIII capítulos y 50 cartas de amor
315 páginas

Nota del autor

Deseo que estos versos y prosa rimada se entiendan cómo una canto a una edad en donde los jóvenes de la década de los años sesenta, éramos todos "un poema", ya que los valores que nos inculcaban a la sazón se basaban en el amor puro y verdadero.
Por eso canto hoy, después de ser un esposo, padre y abuelo feliz, a mi primer amor. Amor que no cristalizó en el tálamo de la felicidad porque el destino me reservaba otro amor; el que para mí estaba destinado, y que todavía conservo después de cuarenta y siete años de convivencia. El amor que ha colmado todas "mis ansias"; y al que idolatro y venero, amor que todavía dura la pasión y el fuego, sin duda: ESTE SI QUE ES EL AMOR VERDADERO. El amor que ya nunca jamás se muda. El amor que su alma desnuda.
Por eso ruego que se lean (si es que son leídos por alguien) cómo un recuerdo grato ¡No una frustración! del que en el ocaso de su vida desea reflejar en sus escritos lo agradable que aconteció en el primer tramo de la misma.


Capítulo I

Madrid, un sábado del mes de Julio de 1962.

Transcurrían los comienzos de la década de los años sesenta; era joven, un buen mozo, y había llegado casi sin darme cuenta al umbral de la madurez sin saber que en el amor la sensatez es lo primero que un hombre debe de tener. ¿Para qué? porque en el arte del amatorio es claro y notorio, que si no sé es sensato, el hombre no puede ser un buen novio. ¿Por qué? Porque es menester que el joven aún siendo obvio, debe también saber, que, en el noviazgo no todo da placer.
Pero cuando un joven que es soñador, declara sin pudor que el vivir estriba en soñar sin diatribas que disipen lo que para él es la fuente de la vida; ¡craso error! pues el amor es como un pan que tiene "mucha miga" y poca corteza; esa es su realeza, ¡qué queréis que os diga! Por lo que más dura será la caída, si el amor no tiene un valedor que con sus acciones le bendiga.
Y así era yo: ingenuo y soñador, que al amor todo le sobra, que está más allá del bien y del mal, que nada le acentúa ni le pone trabas, que el amor verdadero nunca se acaba, pues de Dios es su obra.
¡Pero que cándido e inocente! ignorar que en el juego del amor en donde juega tanta gente, (la mayoría indecentes), hay que llevar una marca en la frente para que todos sepan que eres diferente; que en el amor eres el amo y señor para que nadie te afrente.
No, no lo sabía, por eso mi fracaso en esta historia que voy a contar quedó presa el alma mía, y sin novia que llevar al altar. Aconteció en una tarde de domingo, tarde del mes de Julio de mil novecientos sesenta y dos.
Iba yo con mi traje de alpaca, tranquilo, sin estrés, tan ufano y galano que me sentía el amo de Madrid, ciudad donde la conocí y transcurre esta historia tan pacata.
Le pido a Dios que no me falle la memoria; que la verdad salga notoria y palmaria, pues juro por mi honor que aunque esta leyenda me causó mucho dolor y rabia, hoy me obliga el pundonor a ser fiel de lo que aconteció, que salga del corazón, no de la labia. ¡Y qué a nadie le ofenda!
¡Allí estaba ella! En aquella terraza de verano de la calle Arturo Soria. Me parecía una diosa; aquellos ojos del color de la miel me cautivaron, era preciosa (juro que no me falla la memoria), y digo como El Tenorio, que de una novicia me enamoré; y aunque de doña Inés no mal hablo, aquella mujer: María Lourdes, fue más mujer que la que don Juan puso a sus pies.
Y en aquel mismo momento juré, que a aquellos "fanales" le sería siempre fiel. Y mis neuronas se motivaron, (creo que más bien se enajenaron) al observar la tersura de su piel.
-¿Baila usted? Le pedí con el debido respeto pero con esmero. No quiero mentir, seré sincero.
Ella al ver mi porte tan altanero, me dijo...
¿Será un placer, caballero?
Y así empezó lo que al final en un melodrama se convirtió, pero no se impacienten en acabar el relato, que todavía queda por contar los más grato. (Para el final lo ingrato)

Capítulo II

Ese mismo sábado

Bailamos, y al momento comprendí que allí se habían terminado mis andanzas quijotescas, que con esta mujer iba a sentar la testa; que se me había acabado ir siempre a la gresca cual vulgar soldadesca.
-Me llamo Félix. ¿Y tú? le pregunte mientras bailamos aquel bolero que cantaba Lucho Gatica, sin dejar ni un momento de mirar aquella cara tan "bonica".
-Me llamo Lourdes.
Al escuchar ese nombre mi mente por momentos se aturde, pues el tal mi devoción a esa Divina que mi lengua patina, la voz se me aglutina, y por poco al corazón le da una angina. ¡Lourdes se llama! ¡Qué emoción! Pues siempre tuve por condición, que la Virgen de Lourdes es una bendición.
-Encantado Lourdes.
-Lo mismo digo Félix
Callamos las bocas, para que hablaran nuestros corazones; pues eran tal las emociones que los dos sentíamos, que de Cupido los dos sus flechas recibíamos. ¡Sí! Allí quedó mi alma prendida por los dardos que clava el amor. ¡Bendita herida! Y dichoso aquel que le vuelve la recidiva, para que jamás se le cure ese hematoma, y que Dios la consagre en nombre del Papa de Roma.
Seguimos bailando en silencio. Yo ansiaba pegar mi cara a su cara, y ella también, ese deseo lo noté en su mirada; y como por arte de magia o cual imán que lo juntara quedaron enlazadas.
Jamás se vio un enamoramiento tan audaz. Pero es que cuando cala el amor, del torpe al sagaz ninguno es capaz de esa maravillosa sensación escapar. Y yo, allí quedé prisionero, encarcelado en su prisión de amor sin poderlo remediar.
La canción que cantaba Gatica era la Historia de un Amor. ¿Será una premonición? daba sus últimos compases. Y allí de pie quedamos los dos esperando la siguiente canción para seguir bailando al son de la melodía que "tocaba" nuestra emoción.
Recuerdo que a la sazón estaba de moda el twist. ¡Vaya por Dios! La siguiente canción no era para el corazón, era para la cintura; y cómo es algo torpón esta criatura en esos bailes de caricatura, tuve que correr la aventura de bailar aquella cosa tan rara, sin tener una idea clara de cómo se bailaba.
Lourdes parecía avezada en esos menesteres, y al compás de los acordes movía su cuerpo con tal estilo, que pensé para mí: ¡Caray! que aunque estoy en vilo, "sacaré del carrete el hilo" y a "mover el esqueleto".
Al momento ya no fue un secreto bailar esa danza de pantomima al ver cómo Lourdes con su voz me anima. Y aunque en ese baile "no se arrima el ascua a tu sardina", no me quedé quieto, y baile al son de esa sordina estúpida y anodina, y con bastante inquina aquella danza que me daba tan mala espina.
Sin embargo aquello para mí fue un reto. Al ver como ella danzaba cual mariposa alada, y frágil y sutil como un hada, quedó mi faz anonadada. Y si durante el bolero vi a una enamorada; ahora contemplaba a un ángel que volaba al compás de aquel ritmo estridente, que si antes música infernal se me antojaba, ahora cómo una melodía celestial me sonaba. ¡Milagros de la mente!
Ver a mi recién amada como bailaba, (más bien se retorcía), cómo hasta casi al suelo su tafanario llegaba, y lo bien que lo hacía, contemplé desde esa postura su belleza y hermosura. Su cuerpo un mimbre se me antojaba; yo no bailaba, contemplaba mientras me sonaban de admiración todos los timbres al ver como sus piernas y brazos manejaba mientras aquella música sonaba.
Mi enamoramiento fue fulminante. Quedé en su alma soldado al instante. ¡Qué momento, qué momento más emocionante!

Continuará

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Doral.
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Re: Recordando a mi primer amor. Primera parte (I y II)

Mensaje por Doral. » Mar Mar 31, 2015 22:15

Esta novela me la he leido en dos partes y
el romanticismo fluye como por arte de magia
en cada parte del escrito, realizado con mucha
elegancia y sin perder detalle, eso lo hace más
interesante y seguramente el lector se engancharía,
(como yo), a seguir leyendo la continuación.

Voy a seguir la huella con un aplauso para esta
primera y segunda parte.

Cariños,
Doral.
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"La felicidad es un estado mental, tú defines si quieres serlo o no"

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