La voz (cuento)

Inspiraciones, cartas, cuentos, narrativas, reflexiones y escritos de su autoría.

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Laura Gimenez
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La voz (cuento)

Mensaje por Laura Gimenez » Mié Jul 09, 2014 10:34

-¡Qué hermosa estás, mi corazón!
No se de donde salió ese comentario ni de quien es, pero no pienso contradecirlo. Hoy me siento exultante.
Otro día de oficina, pero distinto, me siento ¡muy bien!, feliz, en paz, tranquila, contenta, radiante. Y no quiero desaprovechar esa sensación tan placentera.
Me acomodé el cabello y me vestí bonito, y caminando por las calles que me separan de la empresa en la cual trabajo, siento muchas miradas posadas sobre mí.
-¡Linda! ¡Preciosa!
Algunos se dieron cuenta que este cuerpito gentil está en su mejor momento. Tal vez la dieta que terminé hace poco y me sacaron de encima esos cinco kilitos que tanto me molestaban está rindiendo sus frutos.
Es mi costumbre saludar al entrar, al pasar por la recepción y a mis compañeros, luego sentarme en unos de los veinte escritorios esparcidos por el piso que ocupa la oficina.
El mío está cerca de una de las ventanas y puedo ver el cielo y los edificios circundantes.
-¡Estás divina, Carmencita!
-Gracias, respondí dándome la vuelta para conocer a mi interlocutor, pero no vi a nadie.
A lo largo del día recibí otros halagos semejantes y me fui familiarizando con esa voz profunda y masculina. Y se me hizo interesante.
El rutinario pero delicado trabajo de control me mantiene concentrada en mis asuntos muchas horas al día, pero ese personaje que habla y que se esconde empezó a llamar mi atención.
Al día siguiente se volvieron a repetir los hechos. Disimuladamente empecé a mirar a mi alrededor, a Fernandez, el contador que siempre parece estar ocupado revisando números, Paez, el del escritorio mas próximo, pero además de correcto es muy tímido, no lo creo capaz.
López, ese si. Es más atrevido y un poco mujeriego, pero tampoco era su voz.
-¿Tomamos un café a la salida?
Giro con rapidez, pero no veo a nadie cerca.
Decido en mi interior negar esos hechos y hacer de cuenta que nunca sucedió nada. Y no vuelvo a escuchar esa voz en todo el día.
Pasa una semana más, todo igual, el trabajo, la rutina, excepto que estoy sospechando que tengo un admirador secreto. La sola vanidad me induce a hacer alarde de mis atributos naturales más que de costumbre y recurro a toda la coquetería de la que soy capaz de desarrollar.
Margarita me intercepta en la cocina cuando voy a buscar café y me pregunta:
- Carmencita, que linda que estás últimamente ¿estás enamorada?
- La verdad es que no, Margarita, pero debe ser que los aires de la primavera me sientan bien.
Al día siguiente vuelvo a escuchar la misma voz
-¡Qué hermosa sos, Carmencita!
Me inquieto, y hasta busco algún micrófono oculto cerca de mi, porque las bromas de oficina suelen ser no comunes, pero si eventuales.
Ese día los comentarios se hacen mas sonoros y frecuentes, me siento acosada y la gente está empezando a mirarme con curiosidad.
Le pido a Margarita que me acompañe a la cocina y en el camino escucho:
- Te comería la boca a besos, mi amor.
Por un segundo con Margarita nos cruzamos la mirada, pero no emitimos ni una palabra.
Paradas en el diminuto cuartito comenzamos a conversar de ciertas cosas, pero no me atrevía a preguntar.
- Deseo apretarte esos pechos divinos que tenés.
Me pongo pálida.
- ¿Vos escuchaste algo, Margarita?
- ¿Qué cosa?
- Nada, nada.
- ¿Me estaré volviendo loca, algún tipo de demencia, quizás? Traté de disimular todo el tiempo mi inquietud, pero los comentarios se hicieron mas osados.
Me levanto del escritorio para lavarme la cara y calmarme un poco, y agachada sobre el lavabo siento un aliento caliente y agitado sobre mi nuca.
Miró en el espejo mi cara llena de espanto y me horrorizo de mi misma. Grito. Enseguida tengo a algunos de mis compañeros a mi lado tratando de comprender que me asustó.
- Vi a una araña- mentí para que no se burlaran ni me creyeran loca.
Margarita me sostiene la mano por un momento antes de volver a su escritorio, raro en ella esos gestos de ternura.
A la media hora me cita el gerente a su oficina y me comunica que han adelantado mis vacaciones que comienzan en este mismo instante, en forma terminante y sin derecho a réplica.
Con los ojos llenos de lágrimas regreso a mi escritorio a buscar mis cosas personales para irme. Cuando estoy saliendo del edificio escucho:
- Dejame acompañarte, mi amor.
Me doy la vuelta y veo a Margarita, a Paez, a Fernandez y a López.
- Carmencita- me dice Fernandez – deje que la acompañe.
Aún confundida acepto el ofrecimiento y en silencio transitamos el corto recorrido hasta mi casa. Al despedirnos, me dice:
- ¿Sabe, Carmencita? La vamos a extrañar, disculpe mi sinceridad, pero no creo que usted vuelva a trabajar nunca mas en la empresa, los directores opinan que la voz que usted provoca, molesta al personal.
Me pongo blanca y titubeo.
- ¿¿¿Cómo???? ¿Ustedes también la escuchan?
- Si, Carmencita, todos los días, desde que usted llega a la oficina. Es que usted es demasiado bonita, y no lo podemos disimular, y tiene que entender, además de distraernos, somos todos hombres casados.
Jesús vuelve muy pronto. Gracias de antemano a todos los que deseen hacerme críticas constructivas, son las que mas aprecio.

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Doral.
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Re: La voz (cuento)

Mensaje por Doral. » Jue Jul 10, 2014 03:18

Muy interesante relato, contado con una frescura inigualable,
ambiente apropiado y con un profundo mensaje narcisista,
a lo que el Dr. Sigmund Freud (médico y psiquiatra Austriaco,
Padre del Psicoanálisis), llamó: Autoestima patológica,
precisamente por el exceso de auto-admiración.

El Trastorno narcisista de la personalidad, se trata de una actitud
delirante de sobre-estima de habilidades y un terrible desorden emocional
derivado de la gran necesidad de aceptación y reconocimiento.

El cuento está narrado además, de forma muy amena,
y enamoradisamente atrapante a los ojos del lector.

¡Muy bueno para mi gusto!
Enhorabuena y felicidades.

Doral.
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"La felicidad es un estado mental, tú defines si quieres serlo o no"

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Romantyka
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Re: La voz (cuento)

Mensaje por Romantyka » Lun Jul 14, 2014 16:17

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La voz (cuento)

 Laura Gimenez » Mié Jul 09, 2014 10:34 am 

-¡Qué hermosa estás, mi corazón!
 No se de donde salió ese comentario ni de quien es, pero no pienso contradecirlo. Hoy me siento exultante.
Otro día de oficina, pero distinto, me siento ¡muy bien!, feliz, en paz, tranquila, contenta, radiante. Y no quiero desaprovechar esa sensación tan placentera.
Me acomodé el cabello y me vestí bonito, y caminando por las calles que me separan de la empresa en la cual trabajo, siento muchas miradas posadas sobre mí.
-¡Linda! ¡Preciosa!
Algunos se dieron cuenta que este cuerpito gentil está en su mejor momento. Tal vez la dieta que terminé hace poco y me sacaron de encima esos cinco kilitos que tanto me molestaban está rindiendo sus frutos.
Es mi costumbre saludar al entrar, al pasar por la recepción y a mis compañeros, luego sentarme en unos de los veinte escritorios esparcidos por el piso que ocupa la oficina. 
El mío está cerca de una de las ventanas y puedo ver el cielo y los edificios circundantes.
-¡Estás divina, Carmencita!
-Gracias, respondí dándome la vuelta para conocer a mi interlocutor, pero no vi a nadie.
A lo largo del día recibí otros halagos semejantes y me fui familiarizando con esa voz profunda y masculina. Y se me hizo interesante.
El rutinario pero delicado trabajo de control me mantiene concentrada en mis asuntos muchas horas al día, pero ese personaje que habla y que se esconde empezó a llamar mi atención.
Al día siguiente se volvieron a repetir los hechos. Disimuladamente empecé a mirar a mi alrededor, a Fernandez, el contador que siempre parece estar ocupado revisando números, Paez, el del escritorio mas próximo, pero además de correcto es muy tímido, no lo creo capaz.
López, ese si. Es más atrevido y un poco mujeriego, pero tampoco era su voz.
-¿Tomamos un café a la salida?
Giro con rapidez, pero no veo a nadie cerca.
Decido en mi interior negar esos hechos y hacer de cuenta que nunca sucedió nada. Y no vuelvo a escuchar esa voz en todo el día.
Pasa una semana más, todo igual, el trabajo, la rutina, excepto que estoy sospechando que tengo un admirador secreto. La sola vanidad me induce a hacer alarde de mis atributos naturales más que de costumbre y recurro a toda la coquetería de la que soy capaz de desarrollar.
Margarita me intercepta en la cocina cuando voy a buscar café y me pregunta:
- Carmencita, que linda que estás últimamente ¿estás enamorada?
- La verdad es que no, Margarita, pero debe ser que los aires de la primavera me sientan bien.
Al día siguiente vuelvo a escuchar la misma voz
-¡Qué hermosa sos, Carmencita!
Me inquieto, y hasta busco algún micrófono oculto cerca de mi, porque las bromas de oficina suelen ser no comunes, pero si eventuales.
Ese día los comentarios se hacen mas sonoros y frecuentes, me siento acosada y la gente está empezando a mirarme con curiosidad.
Le pido a Margarita que me acompañe a la cocina y en el camino escucho:
- Te comería la boca a besos, mi amor.
Por un segundo con Margarita nos cruzamos la mirada, pero no emitimos ni una palabra.
Paradas en el diminuto cuartito comenzamos a conversar de ciertas cosas, pero no me atrevía a preguntar.
- Deseo apretarte esos pechos divinos que tenés.
Me pongo pálida. 
- ¿Vos escuchaste algo, Margarita?
- ¿Qué cosa?
- Nada, nada.
- ¿Me estaré volviendo loca, algún tipo de demencia, quizás? Traté de disimular todo el tiempo mi inquietud, pero los comentarios se hicieron mas osados.
Me levanto del escritorio para lavarme la cara y calmarme un poco, y agachada sobre el lavabo siento un aliento caliente y agitado sobre mi nuca.
Miró en el espejo mi cara llena de espanto y me horrorizo de mi misma. Grito. Enseguida tengo a algunos de mis compañeros a mi lado tratando de comprender que me asustó.
- Vi a una araña- mentí para que no se burlaran ni me creyeran loca.
Margarita me sostiene la mano por un momento antes de volver a su escritorio, raro en ella esos gestos de ternura.
A la media hora me cita el gerente a su oficina y me comunica que han adelantado mis vacaciones que comienzan en este mismo instante, en forma terminante y sin derecho a réplica.
Con los ojos llenos de lágrimas regreso a mi escritorio a buscar mis cosas personales para irme. Cuando estoy saliendo del edificio escucho:
- Dejame acompañarte, mi amor.
Me doy la vuelta y veo a Margarita, a Paez, a Fernandez y a López.
- Carmencita- me dice Fernandez – deje que la acompañe.
Aún confundida acepto el ofrecimiento y en silencio transitamos el corto recorrido hasta mi casa. Al despedirnos, me dice:
- ¿Sabe, Carmencita? La vamos a extrañar, disculpe mi sinceridad, pero no creo que usted vuelva a trabajar nunca mas en la empresa, los directores opinan que la voz que usted provoca, molesta al personal.
Me pongo blanca y titubeo.
- ¿¿¿Cómo???? ¿Ustedes también la escuchan?
- Si, Carmencita, todos los días, desde que usted llega a la oficina. Es que usted es demasiado bonita, y no lo podemos disimular, y tiene que entender, además de distraernos, somos todos hombres casados.
Estimada Laura Gimenez

Parece que voy llegando ante un nuevo que su impronta comparte con nosotros,
y heme aquí también me hago presente en este bello cuento de la voz y sobre el cual
también dejo las huellas de mi paso...
Que Señor la bendiga!

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Esmeralda
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Re: La voz (cuento)

Mensaje por Esmeralda » Mié Jul 16, 2014 23:22

Interesante y original cuento nos dejas.
Que además lleva un mensaje.
Buen trabajo, entretiene a quien lo lee y nos va llevando hasta
ese final que se espera con intriga.
Saludos desde la distancia.


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Atticus
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Re: La voz (cuento)

Mensaje por Atticus » Mar Jul 22, 2014 15:44

Deliciosamente divertido y muy genial.
Atticus

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