Alas de luz en peregrino vuelo
tan cerca del silencio y el rocío,
cenizas esparcidas por el viento
y ocasos de sincréticos caminos,
convergen sus afluentes sempiternos.
Aquí en la libertad de mi retiro
aprecio el sublime advenimiento
si el cielo que me ofrece el regocijo
y el álveo del crepúsculo discreto
adoran tu presencia en mi lirismo.
Comparto lo que vivo en mis anhelos
aquello que golpea en el hastío,
y humilde en la beldad del sentimiento
se acopla con la fe en lo genuino,
la espada salvadora de lo eterno.
Hermandad en la luz divina del Amor al aceptarnos tal y como somos con nuestras fortalezas y debilidades, con nuestras emociones y tristezas, pecadores de acciones, palabras y omisiones, de silencios confidentes y esperas que perdonan los olvidos.
El poder de la oración es auxiliador, salvador, redentor, sanador por excelencia. La santidad de Dios es absoluta, redime, perdona y salva. Su misericordia y compasión no tienen fin.
Es paciente, compasivo, perseverante en la humildad y fiel a todas sus promesas.
Interactuar con su presencia divina a través de la oración es un compromiso que dignifica y santifica, que permite crecer frente a grandes desafíos y encontrar el eterno auxilio como manifestación de la gloria y la misericordia del Supremo Hacedor y dador de vida.
Publicado por Aimée Granado-Oreña / Gota de Rocío Azul