El gentío ya se aglomera
en la puerta del restaurante,
y al escucharse una marinera
el mozo me dice: -¡Adelante!
Para lograr un asiento
ésto parece un concurso,
el mozo me mira atento
y empieza con su discurso:
-Hay Arroz Chaufa, Chanfainita,
Carapulcra, Aguadito,
Bisteck con papa frita...
¡Ah...! También tenemos Lomito.
Escojo el último plato que dijo,
es el "Lomito Saltado",
aquel Lomito saboreado
por el padre y por su hijo
que en la otra mesa estaban
más que comiendo, tragando,
y entre bocados conversaban
lo sucedido a un tal Armando.
-¡Mozo, mozo, que me voy...!
-¡Un momentito señor...!
-¡Es que con la hora estoy,
hágame usted el favor...!
A un lado de la mesa
un pan del otro día
y un jugo de rica fresa
me hacen compañía.
Llega el "Lomito Saltado"
a mi mesa desesperada
en un plato presentado
con atención esmerada.
Y al acabar de comer
el delicioso potaje:
-¡Oiga Mozo...! Vamos a ver,
dígame usted sin chantaje
¿Cuál es la exacta cuenta
de este almuerzo suculento
que me ha dejado contento?
¡Pero eso sí eh...! No me mienta.
-Cinco soles como suena
es el precio, no le miento.
-Bien... mi barriga ya está llena,
y mi corazón contento.
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Mariano Bequer
El Callao, 28/12/69