¡Aprisa amada mía!
No dejes que te atrape la mañana,
que el sol nos llena el día de silencio;
porque en silencio alumbra los caminos
trazando un rumbo incierto.
No dejes que las hojas de los diarios,
que tuercen la verdad como los vientos,
engrillen sin piedad el calendario
donde reposa el sueño.
Aprende el día a día de los puertos,
donde viaja sin fin el firmamento,
donde los viejos barcos,
donde los hombres nuevos,
saludan el azul sobre la arena,
pintando sobre el agua
la pátina de un beso.
Saluda al nuevo día, dulce amada,
buscando la razón del universo,
repite la pregunta que mis labios,
pronuncian con la fuerza del acero,
y escucha la respuesta que hace siglos,
descansa sobre el blanco de mis huesos.
Si el alma desconoce las edades
y sólo en nuestra piel yace el invierno,
¿Por qué nos entregamos a la muerte,
heraldo de los dioses del averno?
La muerte, que parece tan lejana,
no sabe de distancias ni de cercos,
y cuando se aparece sin llamarla,
se lleva nuestras carnes y los sueños...
No dejes que ese amor, que se desgrana,
y deja su semilla en cada beso,
extienda sus raíces en el aire
inseminando el viento,
que el viento no llegó para ser árbol,
ni yo te hice el amor
para ser sueño.
No dejes el amor para mañana,
porque mañana es hoy, en este beso,
y el alma que se asoma entre tus labios,
desea germinar entre mis dedos...
No dejes el amor para mañana,
que amanecimos hoy para querernos.
KARIM