y adueñarse del trazo;
reciclar la felicidad del contenido,
que ayer fueron palabras
y renombrar el poema
de colores y tramas.
Hoy, le urge al papel despedir a la letra
y columpiarse en la plaza,
tras el tropismo del viento
en una metáfora robada
al sigilo del tiempo.
Hoy. le urge al papel ser hojarasca y sentido,
trajinando hacia el sol
por entre partículas de calas
y desvestir el amor,
en una noche plateada, de luna envolvente.
Hoy, le urge al papel amenizar el calvario
y transformar el miedo
que el trazo grabó en su silueta o esencia
con grafos asesinos y rojas palabras.
Hoy, le urge al papel transpirar en la cima
dejando atrás los escenarios muertos
para parir un nuevo contubernio
entre la vida, los poetas y todos
los que ansiamos otra dulce espera.
En otras palabras, hoy, le urge al papel
Ser testigo cabal de nuestra historia.